No hubo un triunfo rotundo, que es lo que necesitaban los tres diestros. Los toros del Puerto de San Lorenzo tampoco lo permitieron. Para colmo, el cuarto de la tarde le infirió una cornada a Paco Ureña de la que el matador lorquino fue intervenido de urgencia en la enfermería de la plaza de toros. Una oreja como premio a una faena de altibajos. De salida, pechó con un ejemplar del Puerto de San Lorenzo que resultó deslucida por la deficiente condición del toro, sin fuerzas y con alarmantes signos de mansedumbre, que acabó parándose y que apenas le dio opciones de triunfo. Mató de estocada entera y fue silenciado. Román recibió al segundo de la tarde de rodillas con dos largas cambiadas. Un ejemplar con nobleza y clase, con mayor recorrido y calidad por el pitón izquierdo pero con sosería, que le permitió instrumentar algún natural de mérito. Se tiró a matar con decisión, por lo que logró cortar una oreja. Al quinto lo pasó de muleta sin pena ni gloria, dada la nula condición del burel, que acabó muy disminuido. Garrido intentó meter en el canasto a su primer oponente, que iba a su aire, desentendido de lo que le planteaba el diestro pacense que, pese a la pésima condición del astado, lo intentó por ambos pitones. Ante el que cerraba plaza, le compuso una faena bien estructurada pero otra vez la mansedumbre del animal frustró cualquier intento de triunfo.