Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Ximo Tébar: "El Mediterráneo se ha convertido en algo más triste que el blues"

"La vida es puro jazz. Siempre estás improvisando pero has de saber lo que haces"

Ximo Tébar: "El Mediterráneo se ha convertido en algo más triste que el blues"

¿Cómo afronta un artista conocido internacionalmente un concierto en su ciudad?

València es uno de los sitios que más ilusión me hace siempre porque es mi ciudad y en ella está mi gente. Y por otro lado el escenario del Palau de la Música es uno de los mejores que hay en España. Presentar el proyecto en unas condiciones escénicas buenas siempre es un gusto, pero también supone cierto compromiso. Toco en cualquier lugar y como no conozco a nadie, estoy tranquilo. Pero aquí que sí que conoces, siempre tienes algo de tensión.

¿Es arriesgado hacer un disco con canciones tan conocidas como «Take Five» o «Caravan»?

Un riesgo es intentar hacer algo diferente con todo eso. Si tocas los clásicos del jazz o de la música clásica tal como los hizo su compositor, el único reto es hacer una buena interpretación.

¿Y qué pinta el «Concierto de Aranjuez» entre esos estándares del jazz?

Quiero reivindicarlo como músico y valenciano. Ese tema debería de ser un estándar de jazz consolidado. De hecho, Miles Davis lo interpretó, y Chick Corea? Está ahí pero yo desde mi posición de músico valenciano intentó barrer para casa y que esa música se considere un estándar en el jazz.

¿Nos podría explicar, usted al que se le considera un experto, qué es el «sonido mediterráneo»?

Yo soy valenciano, tengo el Mediterráneo ahí y la música que corre por mis venas es la de nuestra cultura, aunque después intelectualmente me puedan interesar otras músicas como el jazz y los ritmos afroamericanos o latinos. Mi primer disco ya tiene ese soniquete y a eso he dedicado mi vida, a investigar cómo generar un sonido que recoja ese carácter de celebración, alegre, luminoso? La raíz del jazz y del blues es muy diferente, es la raíz del lamento, la reivindicación, la protesta, la rebeldía, y su sonoridad es mucho más tensa y rebelde. Mi reto ha sido que el jazz suene luminoso, que te abra el corazón.

Pues el Mediterráneo, que se ha convertido en una tumba para tanta gente, ofrece últimamente poca luz...

Sí, ahora mismo, tal como están pasando las cosas, es muy triste. Si esto sigue así, esa alegría que representaba el Mediterráneo se convierta en algo mucho más triste que el blues o el jazz.

¿Publicar en estos tiempos un disco, y encima de jazz, es un ejercicio de heroicidad?

No voy a ponerme la medalla de héroe, pero es cierto sacar un disco hoy en día es algo valiente. La gente no tiene la cultura de comprar discos, la forma de escuchar también es diferente. A mí hacer este disco me ha costado dos años y medio, ya que lo he tenido que hacer de forma artesanal, aprovechando giras para que no cueste el dineral que costaría reunir a toda la gente que colabora en él una o dos semanas en un mismo estudio.

¿Hacer versiones de «Caravan», «Take Five» o el «Concierto de Aranjuez» es un intento de atraer a un público más amplio?

No. El motivo del repertorio es el reto de coger canciones tan conocidas y transformarlas. El tratamiento que les doy no es comercial, no vale para la radiofórmula, tienen un desarrollo de composición y arreglos extenso.

Por cierto, me gusta mucho la portada del disco...

El arte lo ha hecho Rebeca Plana, que es una artista de Albalat de la Ribera. Me gustó mucho su forma de afrontar su arte, es espontáneo e impulsivo y con una fuerza tremenda.

¿Mantiene València su condición de polo jazzístico en España?

Sí. Mi último informe como miembro del Consell Valencià de Cultura (CVC) ha sido, precisamente, una reivindicación de la incidencia del jazz en las músicas modernas y populares. La Comunitat Valenciana tiene un potencial musical reconocido mundialmente, aunque hay cosas que están cojas, como el sistema de enseñanza. No tiene sentido que el jazz esté implantado en el grado superior del Conservatorio, pero no en los anteriores. Hay mucha actividad, festivales, pero falta consolidarlo, ponerle en valor y sacarle el potencial que tiene. Somos la comunidad con más músicos de España, pero ese apoyo institucional está cojo.

¿Ha cumplido con sus objetivos como miembro del CVC?

Pienso que sí. He conseguido transmitir institucionalmente unas necesidades que tiene el sistema educativo y artístico. Lo único que me queda por ver es si ese trabajo aprobado en los plenos del CVC a la hora de la práctica se aplica.

¿Le ha perjudicado a nivel profesional haber entrado en el CVC de mano del PP?

No, en absoluto. Si acaso me han podido etiquetar.

¿Y le molesta la etiqueta?

No, son sólo etiquetas. Justamente el PP ha sido el primero en la historia del país que ha puesto un músico de jazz en las instituciones. Eso es una realidad de agradecer y de aplaudir porque el 80 % de la música que escucha la gente, desde el pop a las bandas sonoras, tiene detrás a un músico de jazz.

¿Qué queda de la València en la que los críticos te destrozaban si no hacías «bebop»?

Cuando empezó a consolidarse aquí una escena jazzistica, y había gente que queríamos investigar en este tipo de música, había eruditos, críticos, periodistas como Federico García Herraiz o Antonio Vergara, que nos ayudaron mucho pero que también trataban de influirnos desde sus artículos diciendo que el verdadero jazz era el «bebop». Así que si no lo hacías te ponían a caer de un burro. Eso ha hecho mucho daño a muchos músicos que no tenían la seguridad suficiente. Pero al mismo tiempo, su influencia permitió que los músicos valencianos acabáramos siendo especialistas en «bebop» y ahora con los años sé que esa es la clave para dominar el lenguaje del jazz.

¿De todos los músicos con los que ha tocado, quién ha sido para usted el más importante?

Lou Bennett, sin duda. Yo empecé a tocar con él de jovencito y gracias a él he tocado con Benny Golson o Johnny Griffin. Pero personalmente quien me ha marcado incluso desde un punto de vista filosófico, ha sido Lou.

Y pese a haber tocado con esos grandes, tuvo que dejar de enseñar en el conservatorio por no tener el título...

Creo que ha sido injusto para el sistema, no para mí. A mí me gustaba transmitir lo que sé. Hay otras formas de plantear la normalización que se pretende, pero esta forma de hacerlo no es la adecuada porque se pierde gente con experiencia.

¿Peligra por ello el futuro del jazz en València?

En absoluto. La música, como cualquier actividad artística, se aprende con dedicación y horas. La primera lección que le daba a los alumnos en el conservatorio era que con lo que aprendieran ahí se sacarían el título, pero si querían ser realmente músicos las únicas horas que les servirían serían las que hicieran fuera.

¿Por qué hace jazz y no otro tipo de música?

Porque la vida es puro jazz. En la vida estamos todo el tiempo tomando decisiones, es decir, improvisando. Pero lo importante es saber lo que haces, dominar lo que llevas entre manos, en el caso de la música has de dominar el lenguaje, es cómo hablar. Y cuando más lo domines más puedes improvisar.

Compartir el artículo

stats