Primero fue una tendencia chic en platos sofisticados para dar un plus de color. Pasado el tiempo, además de un hermoso adorno, forman parte de la preparación culinaria para realzar los paladares del producto. Las flores han encontrado su sitio en la cocina, sus sabores van del suave al picante, por lo que se pueden usar tanto en comidas dulces como saladas. Dicen los expertos que en 2018 el auge floral continúa, con protagonistas como la rosa, la lavanda o la flor de hibiscus, entre otras coloridas propuestas.

Cocinar con flores no es algo novedoso, puesto que están presentes ya en las antiguas civilizaciones. De su empleo culinario se sabe en culturas como la romana, la griega y la hindú o las precolombinas, que ya incluían vistosos pétalos en sus dietas. En tiempos, la cocina doméstica hacía uso de lo que tenía a su alcance, y eso englobaba el follaje silvestre con su colorida floración.

La gastronomía floral es amplia, y su uso contempla numerosas posibilidades. Los pétalos de flores se pueden emplear en mermeladas o compotas y en mousses y helados. En infusión es un método popular de siempre para aprovechar sus propiedades, tanto aromáticas como medicinales.

En este universo floral las hay que son ligeramente ácidas, como la begonia, o el numeroso grupo de las delicadamente dulces, desde los pensamientos a las clavelinas o las prímulas, incluyendo variedades calificadas como aromáticas, tal es el caso de la lavanda. La capuchina se distingue por su sabor ligeramente picante, que recuerda al del rabanito. Con flores capuchinas y queso del Cebreiro ha elaborado el equipo de Loxe Mareiro de Carril, Pontevedra, (Andrés Gudín, Eva Fares, Marcos Cerqueiro y María Amundaraín) el plato de sardina que sale en la imagen.

La mayor parte de las flores comestibles provienen de la agricultura ecológica y para su uso se deben seguir unas normas culinarias, tal como se hace con otros alimentos, como procurar que su sabor no enmascare el del producto principal, consumirlas frescas y lavarlas con cuidado.

No todas las flores se pueden comer, por lo que la mejor garantía es consumir solo aquellas flores que están cultivadas orgánicamente. Más en España, un auténtico edén donde los huertos naturales se han ido asentando en los últimos años de la mano de emprendedores que han vuelto sus ojos al campo, y compaginan la agricultura ecológica con el cultivo de especies aromáticas y medicinales.