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Crítica

Y Luis Miguel miró al cielo

El concierto del artista en València congregó a miles de fans en un espectáculo vibrante donde el mexicano demostró que está en forma

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Concierto de Luis Miguel en València

Una de la madrugada en la Marina Real de València. El concierto de Luis Miguel llega a su fin y el cielo se cubre de fuegos artificiales. El artista mexicano acaba de echar mano de sus éxitos de juventud (un remix encabezado con el conocido Decídete) ante un público entregado que a estas alturas ya no se acuerda de la hora y media que su ídolo le ha hecho esperar en una sofocante noche de julio. Ha habido lipotimias, cabreos considerables por la espera y pitadas sonoras conforme la espera se alargaba. Pero eso ya es agua pasada. La mayoría de quienes el sábado abarrotaron La Marina Real (mucho público estaba allí desde primera hora de la tarde) sabía que la puntualidad no ha sido, al menos en esta gira por España, su fuerte. Contaban con ello o al menos estaban dispuestos a perdonárselo si había compensación. Las ocasiones de verlo en directo en territorio valenciano son escasas aunque lo cierto es que en los últimos quince años, Luis Miguel ha pasado por Benidorm, València y Castelló.

Sobrepasada la media noche, se está ya en el apoteosis final de un concierto de casi dos horas en el que el cantante demostró con creces que, al menos en el plano profesional, ha superado el bache en el que se encontraba y está en plena forma física. La entrega del público fue total, una comunión absoluta con el artista, al que se le vio disfrutar. Destacable fue también el elevado nivel del grupo musical en particular, del guitarra, el pianista, y, sobre todo, el saxofonista que llegó a tocar con una sola mano.

No hay peros que poner al concierto de Luis Miguel, si a caso que no cantó su pegadiza No culpes a la noche y que se excedió en las rancheras. Luis Miguel ya lo ha dado todo. Ha hecho un repaso por todo su cancionero (en su haber, un treintena de álbumes) incluidos los boleros (No sé tú, Por debajo de la Mesa, Amarte es un placer) o clásicos como La Incondicional, Oro de ley, Cuando calienta el Sol, Ahora te puedes marchar, Culpable o no, que lo encumbraron en su precoz carrera y con los que pudo exhibir su innegable melodía y su potencial de voz a prueba de directos.

Ya ha sacado al escenario su ejército de mariachis, le ha cantado a su México (país que lo considera un icono, aunque pocos saben que en realidad nació en Puerto Rico), repartido rosas entre el público, saludado a sus numerosas y numerosos fans.

Ha dicho hasta tres veces València, homenajeado a un público tan «lindo», que es capaz de cantar a solas varias de sus canciones cuando el calla. Son sus últimos minutos en el escenario (ya no habrá más bis), pero Luis Miguel se resiste a irse porque, embobado, mira al cielo de València. La casualidad ha querido que el final de un esperado concierto (con el que el artista da punto y final a su gira por España) coincida con el espectáculo piromusical disparado por Ricardo Caballer en la Marina. Y Luis Miguel parece sorprenderse e invita al público a mirar al cielo. Quien sabe si el artista, de atormentada vida personal (amoríos varios, pero ninguno sólido, un padre despiadado y un madre desaparecida en extrañas circunstancias), pero con aires de divo, llegaría a pensar si aquel espectáculo era en su honor.

La serie de Neflix sobre su vida ha permitido a muchos de sus seguidores y seguidoras conocer aspectos desconocidos de un artista que con apenas quince años ya era un ídolo, el Sol de México, como su padre, el español Luis Rey, le puso para lanzarlo, a toda costa, al estrellato. Dicen que la exitosa serie (un auténtico fenómeno en Latinoamérica), supervisada por el artista, es un lavado de imagen del cantante que lleva años si sacar nuevas canciones y cuya vida de vinos y rosas le ha pasado factura. Calculado o no, lo cierto es que la serie ha hecho reverdecer a un artista que al margen de su vida privada, tiene un voz impresionante y al que le queda aún mucho por entregar.

Las luces, incluidas las del cielo, se apagaron cuando Luis Miguel desapareció del escenario. Sólo por unos minutos la mirada del niño inocente que muestra la serie de televisión volvió al rostro de un hombre que suma ya 48 años y que el sábado le traicionaron las prisas. Quiso irse rápido, pero el coche en el que viajaba quedó atrapado por una nube de fans que transitaban por la única vía de salida en una Marina que se convirtió en una auténtica ratonera. Hasta la policía tuvo que intervenir para despejarle el camino.

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