Miquel Navarro (Mislata, 1945) recuerda que, en realidad, su carrera profesional comenzó cuando solo era un niño. Cuando utilizaba trozos de cartón y barro de las acequias para hacer sus primeras figuras. Esa combinación de materiales ha sido sello de su obra, la misma que ahora protagoniza la exposición «Miquel Navarro. Fluidos», en la Fundación Bancaja y que se podrá visitar hasta el próximo 11 de noviembre.

La muestra está integrada por 73 obras procedentes de las colecciones del artista, de la Fundación Bancaja y de la Fundación Caja Mediterráneo y se estructura en torno a dos temas recurrentes en Navarro: la ciudad y el cuerpo humano. La exposición la presentaron ayer en la Fundación Bancaja el propio artista; la comisaria, Lola Durán, y el presidente de la entidad cultural, Rafael Alcón.

«Miquel Navarro. Fluidos» ofrece un recorrido por más de 40 años del trabajo del artista valenciano a través de un conjunto de obras entre esculturas, pinturas, dibujos y fotografías datadas entre 1976 y 2018. Además, se complementa con la proyección de dos películas realizadas por Navarro: Mineral y Fuerte como el opio.

La muestra, según dijo la comisaria, «es la más retrospectiva que se ha hecho hasta ahora» ya que, incluso, exhibe obras inéditas. Algunas de ellas son la instalación que da la bienvenida, Ciudad de las torres (2018) y Marjal (2017-2018), que «recuerda a los alrededores de la Albufera, cuando ya se ha recogido el arroz», explicó Navarro.

También se muestran por primera vez las esculturas Casco de avispa (2012) o Campo rojo (2016) y gran parte de las fotografías, una faceta del artista que se ha expuesto menos al público.

Sobre sus ciudades, Navarro explicó algunas de sus «particularidades» como que muchas son interactivas con el público «y que tú mismo la puedes montar», dijo en alusión a los centenares de piezas que forman sus instalaciones urbanas. En cuanto a la evolución de su obra fue tajante: «Con sentido autocrítico». «Esta exposición es una muestra de cómo uso los distintos materiales para hacer mi trabajo, con distintas sensibilidades». Recordó también cómo al inicio de su carrera se identificaba más con la terracota, «porque era volver a los inicios». Pero fue incapaz de nombrar una obra favorita: «El conjunto de todas mis obras son las que más me gustan».

Por su parte, la comisaria de la muestra señaló que la exposición tiene «paralelismos casi filosóficos entre el cuerpo y la ciudad». Apuntó a las arterias del cuerpo, la sangre o la saliva y las comparó a las carreteras y caminos de la ciudad «que marcan la circulación». En ambos, dijo, «hay armonía y colapso. Cuerpo y ciudades tienen distintos órganos, pero forman una unidad».

Durán se detuvo, además, en las obras sobre papel que recoge la exposición. De ellas dijo que «poseen la ventaja de la inmediatez frente a la lentitud de la escultura». Y en ellas, el artista refleja «el deseo y el erotismo, tan presente en su obra». Cuerpos desnudos que dialogan con esculturas del artistas o que pelean entre sí y mutiladas son algunas de las imágenes que saltan a lo pictórico en la obra de Navarro, a quien Durán calificó de «constructor».