Aunque la banda que lidera Mike Scott es gran reserva, su música mejora con el tiempo, los ochenteros que llenaron Viveros el lunes fueron a recordar tiempos mejores. Aguantaron bien los primeros temas, donde el grupo fundado en Edimburgo muestra una exquisita evolución a nuevos ritmos.

Pero tuvo que pasar casi una hora para que sonará The Whole Off The Moon, ese himno de 1985 que nos descubrió que la luna tenía más poder que el sol, e iluminó para siempre esa noche valenciana que algunos que van de «progres» pretenden cargarse, con el permiso de la autoridad. Entonces teníamos treinta años menos, nos daba vergüenza ir en pantalón corto -porque los llevamos varios cursos en la EGB-, las resacas duraban menos y los ligues no eran nada virtuales. No existía el postureo y los «peras» eran unos desclasados.

Supongo que Scott alucinaría cuando antes de la primera estrofa « white moon, white moon», las manos se llenaron de móviles. Yo me negué. Hay que vivir el directo a tope y los Waterboys demostraron que están muy en forma, no sólo el jefe, único integrante original de la banda, también el camaleónico violinista Steve Wickham y el explosivo Paul Brown, el peludo teclista que se dejó los dedos en el concierto. Entró al escenario con un gabán blanco y acabó sin camisa.

Mike Scott estudió Literatura en la Universidad de Edimburgo y eso se nota en las letras -vuelve a estar enamorado-, y en la música, donde mezcla ritmos celtas, soul, rock y hip hop. «El rock ha dejado de ser atrevido» le dijo el jefe de The Waterboys a mi compañero Voro Contreras, en la entrevista que publicamos el lunes. Pero los que hemos dejado de ser gamberros somos nosotros, Mike. «Así da gusto tía, se ha acabado antes de las doce».

Pues eso, ahora somos surferos.