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Análisis

La voz de la verdad

El editor de Rafael Chirbes, Jorge Herralde, está leyendo los diarios inéditos del autor de «Crematorio» que podían publicarse en Anagrama

Rafael Chirbes. J.A.

El editor Jorge Herralde está leyendo este verano los largos diarios de Rafael Chirbes. Conociendo al fundador de Anagrama y su delirio por los textos del escritor de Tavernes, no sería extraño verlos publicados en los próximos meses, si lo autorizan sus sobrinos, los herederos del autor de Crematorio, que a través de la Fundación Rafael Chirbes, presidida por María José Micó Chirbes y dirigida por Manuel Micó Chirbes, gestionan todo su legado literario desde la casa de Beniarbeig, donde murió, con discreción, hace tres años el escritor valenciano más importante de los últimos tiempos.

La corrupción, el desmadre urbanístico, la injusticia, el exilio interior, el amor, la soledad, la añoranza, los viajes. Nada es ajeno al pertinaz novelista de su tiempo, un heredero de la derrota. «Creo que el escritor es el hombre que sabe recoger los sentimientos, las ansiedades y deseos de muchos y expresarlos a través de una sola voz, en un solo proyecto», sostiene.

Como explica el profesor de la Universitat de València, Javier Lluch-Prats, uno de los mayores conocedores de su obra, Chirbes exploró el devenir de la España contemporánea e influido por pintores como Bacon o escritores como Galdós y Aub, creó historias protagonizadas por personajes portadores de los estigmas de un tiempo y de sus fracasos. Personajes que, como solía reiterar, confluían en él mismo.

Cronista sagaz

Con Mimoun (1988) alcanzó el reconocimiento literario, aunque antes había escrito cuatro novelas inéditas. Luego llegarían En la lucha final (1991), La buena letra (1992) y así una producción literaria única, hasta llegar a Cremario (2007) y En la orilla (2013), cruciales para analizar la España actual.

Si para entender el siglo XIX hay que leer a Galdós y para conocer la la València prerepublicana adentrase en el universo de Blasco, Chirbes encarna la mejor crónica de nuestros días. Aub ya dijo que Galdós asumió el espectáculo del pueblo con una intuición profunda de la realidad.

Herralde cuenta que Carmen Martín Gaite fue la primera en hablarle de Chirbes, y quien le paso el manuscrito de Mimoun, «una novela que podía ser algo así como el ´negativo español´ de la generación del autor», escribe en su artículo «Rafael Chirbes: la voz de la verdad», en el primer número de «Universo Chirbes» que edita la Fundación del escritor.

Gran lector (8.000 volúmenes hay en Beniarbeg), pero sin hipotecas porque huye de las relaciones instrumentales, el autor de Mediterráneos sigue con atención la carrera de Roberto Bolaño, Pombo y Sánchez-Ostiz. Y al mismo tiempo, esa independencia de espíritu le lleva a ser un crítico mordaz de todos los gobiernos, desde Felipe González a Mariano Rajoy. Con especial dedicación a los cuatros quinquenios populares en la Generalitat.

Se alegró y mucho del cambio de color en la el gobierno valenciano, tres meses antes de su ida final, aunque el Consell no estuvo a la altura en su muerte. Quizás porque algunos no sabían de su sabiduría y otros no se fiaban de su libertad de expresión. Muchos botánicos siguen sin leerlo, pero no pasa nada porque Chirbes sobrevivirá al postureo, instalado también entre los vendedores de cambios remotos.

Dejó varios textos inéditos, todos en manos de Herralde, su editor y confidente. Habrá que estar atentos porque además de París-Austerlitz, su novela póstuma, esos diarios prometen.

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