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Música

Los sonidos de la basura

El grupo valenciano Resonante Basuband fabrica sus instrumentos con objetos encontrados en el contenedor - El quinteto cuenta con más de 30 construcciones musicales entre las que se encuentran guitarras, flautas, bajos, timbales y un violín

Basulín. Imita al violín.

«Lugar donde se desechan materiales y residuos inservibles». Esa sería una definición aceptable para referirse a la basura, es decir, el contenedor donde se encuentran aquellos muebles, alimentos, papeles, tecnologías o plásticos que queremos perder de vista. Hartos de ver cómo los vertederos se llenaban hasta los topes cada noche, un grupo de valencianos decidió poner cartas en el asunto y hurgar -literalmente- en los cubos de basura. El primero en hacerlo fue Ferran. Quería comprobar si se podía hacer música con todo aquello. Latas, cajas, alambres, madera... El sonido que obtuvo de sus construcciones le sorprendió, y trató de convencer a otros músicos de que no estaba loco. «Eso era música».

Ese descubrimiento fue el germen de Resonante Basuband, un grupo de música afincado en Alicante que fabrica y toca instrumentos fabricados con materiales «que antes eran considerados deshechos». «Nos movemos entre la música, la ecología y la educación. Queremos transmitir al público y a los jóvenes que nuestro consumo no es sostenible y no tiene continuidad en el futuro», señala Natalia (batería), una de las integrantes de este quinteto, formado por Ferran (bajo y guitarra), Carlos (flauta y guitarra), Judith (violín) y Pepe (guitarra y voz).

Resonante Basuband cuenta con más de 30 instrumentos musicales -la mayoría amplificados- fabricados con materiales reciclados. Todos ellos van desfilando por el escenario durante sus actuaciones en directo. Intentan utilizarlos todos. «Tratamos de tocar los máximos posibles. También nos los intercambiamos», relata Natalia. Su música baila entre el funky, los ritmos latinos o el rock. El grupo participó en la pasada edición del Iboga Summer Festival de Cullera y a partir del 20 de agosto viajará a Toledo para asistir al Festival Alternativo de Creatividad y Educación.

Estos músicos autodidactas también intentan pasar el testigo en las aulas. A través de la asociación Resonante ofrecen una serie de talleres dirigidos a niños y adolescentes donde explican cómo fabricar un instrumento sirviéndose únicamente de objetos encontrados en el contenedor. «También queremos animar a jugar con la música. Parece que existe la idea de que si no estudias en el Conservatorio no puedes considerarte músico. Es totalmente falso. La música está dentro de todos, solo hay que saber sacarla», explica Natalia. La manera adecuada para conseguirlo, según el grupo, es construir instrumentos. «Parece muy difícil hasta que empiezas. Se trata de romper una barrera mental que nos han construido en la cabeza», señala la valenciana. El colectivo imparte talleres de Luthería Urbana (construir instrumentos), de Basubanda Escolar (música con instrumentos reciclados) y ofrece conciertos dirigidos a niños.

Proceso artesanal

El grupo se basa en otros instrumentos para crear los suyos propios. Le ponen otros nombres porque en ocasiones no obtienen el sonido exacto del instrumento que toma como referencia. «Al principio, coges las medidas del instrumento sobre el que te vas a basar y tratas de conocer cómo funciona, es decir, como saca su sonido. Luego, vas diseñando y construyendo las partes del instrumento. En el caso de la guitarra: las cuerdas, la caja de resonancia, la tapa armónica, el mástil, los trastes... Es un proceso de ensayo-error. El resultado nunca es lo que esperabas, porque vas modificando elementos para sacarle el sonido que quieres», explica.

Uno de los más logrados, según Natalia, es el bajo, fabricado con una madera procedente de una litera. «Si cierras los ojos no te crees que sea un palo de madera con cuatro cuerdas», añade. «Tiene unos pies eléctricos, unas moneditas de metal muy asequibles, que convierten la vibración en electricidad. A los instrumentos de cuerda se los colocamos debajo del puente, donde se recoge la mayor vibración», explica. El instrumento más popular de la banda es la «basuñola», es decir, la guitarra española que fabrica Resonante.

«Lo que hacemos no es nada nuevo. En Internet, por ejemplo, hay mucho material para aprender a fabricar instrumentos. Eso demuestra que existe una mayor concienciación sobre la ecología en algunos países del mundo, pero también es muestra de la falta de recursos en algunas regiones», comenta.

Uno de los instrumentos favoritos del grupo son las «kalindas», de procedencia africana. «Están hechas con latas de atún de medio kilo vacías, que tienen una tapa armónica de madera con láminas. Se las conoce como los pianos de dedos. Sacan un sonido precioso». Entre los más de 30 instrumentos de la banda, se encuentra el «basulín», un violín hecho con una lata, cuyo diapasón - pieza pegada sobre el mango sobre la cual se tocan las notas bajo la presión de los dedos- está hecho con tubos del PVC (policloruro de vinilo) moldeados con calor.

Natalia construyó su propia batería en tan solo dos semanas. «El elemento básico es un somier, que hace de estructura. La batería está constituida por latas de diferentes tamaños. La caja de la batería es una lata con un bordón de chapas de refresco cogidas con alambre. Las chapas rebotan y de ahí se saca el sonido que haría un bordón convencional. Los timbales están hechos con latas y parches de radiografías. Como elementos accesorios, coloqué una cortina de latas y paellas chiquititas hecha con una barra de una antena vieja», describe la percusionista, cuya música hace replantearse el concepto de «basura».

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