En el barrio de Poble Nou de Barcelona había dos trinquets en los que se jugaba a pilota valenciana, y en apenas siete u ocho calles rodeadas de inhóspitas fábricas vivían decenas de familias que habían emigrado desde el Alto Mijares. De uno de aquellos pueblos del interior de Castelló, Toga, era la familia paterna de Julià Guillamon, crítico de libros en La Vanguardia y autor de El barri de la Plata, novela publicada hace unos meses en catalán por L´Avenç y que el próximo 6 de septiembre llegará a las librerías traducida al castellano.

Los protagonistas son el propio Guillamon, sus padres Julián y Maria, y aquellos «valencianos» del «barri de la Plata». Maria era una «noia menestral» del barrio de Gràcia, de esas que pasaban la adolescencia bordando su ajuar porque la única manera de salir del hogar familiar era mediante el matrimonio. Y Julián era un barcelonés hijo de valencianos que siendo niño fue llevado a Toga para escapar de la Guerra Civil. Al volver de allí, perder aquel paraíso infantil y ponerse a trabajar en un taller, «se inventó su identidad», tal como recordaba ayer su hijo.

«A los 15 o 16 años decidió que quería ser valenciano y lo fue siempre. Decidió hablar en castellano como hablaban en Toga, fue del Valencia CF y no del Barça, le gustaban los ´bous al carrer´ y quiso ser torero... Mi padre fue un caso claro de construcción de identidad y nosotros, sus hijos, también lo fuimos. Yo era del Valencia por mi padre, pero me pregunté por qué, así que estuve una temporada desconectado del fútbol y cuando volví a aficionarme lo hice siendo del Barça. Como mi padre, no podía seguir siendo algo que no sentía».

Por eso el libro habla «de la identidad como elección personal», añade el autor. «Pero también es una novela trágica en el sentido de que esos dos personajes tienen un destino marcado que les lleva a la catástrofe y no pueden escapar de él. En cambio, los personajes libres seríamos los hijos. El libro tiene un punto de reconciliación de los dos mundos porque yo me siento de los dos mundos».

Guillamon destina la primera parte de la novela a describir aquel «barri de la Plata» en el que creció. «Mi hermano y yo nos sentíamos valencianos por la parte de mi padre. Fui a la final de copa del Castelló contra el Athletic, íbamos a ver al València cuando jugaba aquí... Pero al mismo tiempo teníamos la otra parte, la de mi madre, la del barrio de Gràcia. Para nosotros era raro, vivíamos en un mundo de contrastes muy acentuados». También recuerda en esta primera parte de la novela a su abuelo, trabajador siderúrgico y anarquista que intentó que su nieto se llamase Floreal, y cómo éste conoció a su abuela en Barcelona, pese a que ambos venían de las misma comarca bañada por el Mijares.

A partir de esta descripción del barrio y sus valencianos, se desarrolla la segunda parte. «Habla del conflicto de mis padres, dos personas que se quieren mucho pero que son la noche y el día, que se atraen porque son muy diferentes pero que están condenadas al fracaso». «Mi padre era un figura -reconoce Guillamon-. Todos el mundo que ha leído el libro está enamorado de él. Es el típico tío fascinante que le cae bien a todo el mundo menos a los de casa».

Porque como su hijo recuerda, Julián Guillamón era «un personaje luminoso con sombras». «Era alcohólico, de esos que un día bebe y pierde el mundo de vista. Mi madre se pasó la vida intentando que no lo supiéramos, pero nosotros lo intuíamos. Por eso, éste también es un libro sobre el perdón. En este mundo en el que tendemos a echar la culpa de lo que somos a nuestros padres, me gusta pensar que el éxito del personaje que soy yo es porque es capaz de escribir sobre ellos y entenderlos».