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Daniel Monzón: "La codicia es la enfermedad que motivó la última crisis"

"Yucatán' no es solo una comedia, es también una fábula moral, porque un divertimento no tiene por qué ser algo vacuo", asegura el cineasta

¿Qué llegó antes, la idea de hacer una película sobre estafadores o en un crucero?

La película sobre estafadores. Luego encontramos el caso real de un panadero que ganó 161 millones al Euromillón. Lo que más puede interesar ver al público es aquello que decía Hitchcock: «Poner a una persona normal en una situación excepcional». También el dato demoledor que damos en la película es cierto: nueve de cada diez ganadores de grandes premios acaban asesinados, arruinados o en la cárcel. Real.

Vuelve a la comedia dieciséis años después. ¿Por qué?

Yucatán no es solo una comedia, es una fábula moral, porque un divertimento no tiene por qué ser vacuo. Una de las grandes comedias de la historia del cine, El apartamento (Billie Wilder, 1960), es un drama existencial. Como drama y fábulas morales son cualquier película de Preston Sturges, Ernst Lubitsch o Frank Capra. La película es un canto a la vida.

Un canto lleno de sorpresas narrativas.

Y de trampas. La primera es de carácter estructural, porque hay un personaje, el septuagenario Antonio, que se va adueñando del protagonismo de la película poco a poco. El espectador piensa que los protagonistas son los estafadores, interpretados por Luis Tosar y Rodrigo de la Serna, pero no es así. La manera gradual en que ese personaje va adquiriendo protagonismo es casi experimental desde el punto de vista de la narrativa cinematográfica.

¿La codicia es el tema de «Yucatán»?

La codicia es la enfermedad humana que motivó la última crisis económica. Hasta entonces vivíamos en una especie de barra libre, aquello fue la carrera de ratas que cuenta la película. Frente a esto, la película habla de una persona sencilla que ha estado trabajando durante toda su vida.

Cualidad que no lo convierte necesariamente en un tonto...

Al contrario, Antonio es sereno y clarividente. Sus valores morales le hacen ver el circo de alrededor de forma distinta.

«Yucatán» también es una ensalada de géneros.

Es una película de timadores que arranca como un musical y de pronto parece que será alta comedia. Podría ser de aventuras exóticas a lo Tintín en la secuencia de Casablanca. También hay comedia costumbrista, cine negro, thriller, espagueti western, comedia romántica y, por supuesto, drama, porque las grandes comedias siempre contienen drama.

Hay planos que parecen viñetas de cómic.

O secuencias de dibujos animados.

¿En un crucero es verosímil que entre la tripulación haya timadores a la caza del pasajero?

En la gran época de los grandes cruceros que cruzaban el Atlántico, la del Titanic, que estaban reservados para grandes millonarios, había una enorme afluencia de estafadores de alto standing. Hubo incluso el caso de un personaje que llegó a venderles a unos magnates del metal la Torre Eiffel como chatarra. El barco es una jaula con ratones, y si eres un espabilado, tienes un importante caldo de cultivo.

Luis Tosar está en un papel que le devuelve a la grandeza de sus mejores interpretaciones.

Tosar es un gran amigo y plantearle cosas diferentes es un placer. Del personaje icónico de Malamadre en Celda 211 al del policía Jesús en El Niño hay ya un cambio de registro importante. Esta propuesta es totalmente distinta, más compleja. Lo más interesante es el triple salto mortal que tiene que hacer como actor: dar a entender que engaña siendo el mejor actor posible en el engaño y pudiendo acabar siendo víctima de su propia trampa. Luis Tosar está muy, muy bien, renovado.

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