La voz humana es el instrumento musical más remoto que existe. Ningún otro puede transmitir con tanta vehemencia la naturaleza del texto o el enigma de la partitura, algo aparentemente inocente producido por el roce de la columna de aire exhalado contra las cuerdas vocales. A partir de ahí, los resultados se arraciman sin límite alguno.

Con un ecléctico recital, los Amics de l'Òpera i les Arts presentaron en el Palau de la Música un repertorio infalible de arias y dúos de ópera y zarzuela defendido - con esbozo y espada- por un cuarteto de excelentes voces españolas: la soprano madrileña Sonia de Munck, la mezzo valenciana Marina Rodríguez Cusí, el tenor montañés Alejandro del Cerro y el barítono de Alboraia, Josep Miquel Ramón, acompañados cuidadosa y certeramente por el pianista toledano Javier Carmena. Todos ellos con una carrera consolidada desde hace décadas en los grandes teatros españoles así como en Europa y América. Tanto Rodríguez-Cusí como de Munck derrocharon ese saber estar (y cantar) que da la experiencia en las tablas. Las agilidades y el fraseo controlado de la soprano encandilaron al volcado auditorio de la Sala Rodrigo de igual manera que lo hizo el color vocal y el buen gusto de la mezzo. El barítono fue templando su voz reafirmando dimensión y proyección con exquisita dicción. Acaso fue el timbre, tensión y entrega del tenor lo que más impactó en entre la audiencia. Y por supuesto, Carmena al piano fue el sustento de la sesión (a pesar de tocar con el piano cerrado). Desde las sutilidades de Mozart hasta la contundencia de Tchaikovski y el arrebato de Chapí, nada le fue ajeno ni descuidado desde el Steinway cedido por la Sociedad Filarmónica.

Menos afortunado fue «colar» el pasodoble «Horchatera valenciana», entre tanta filigrana musical. Marina R. Cusí se volcó con él, pero después de escuchar a Celia Gámez solo la de Joan Monleón podía hacerle sombra. Peccata minuta. Ovaciones y bravos convocaron a los artistas a prodigar desparpajo y música con el cuarteto de El Barberillo de Lavapiés.