Fundido en negro. Se escucha a un niño tararear los acordes de un pasodoble. Una voz le interrumpe: «empieza bien, Éric». Se abre el plano y contemplamos una plaza de toros, un toro berrendo en negro con aire desafiante y varios espectadores de excepción entre barreras: tres pastorcillos llegados de Belén, dos teletubbies y un mozo sanferminero, entre otras destacadas personalidades del mundo de los juguetes. De repente, unas manos infantiles irrumpen en escena. El pequeño coge al toro con la izquierda mientras sostiene con la derecha a un caballero medieval, que simula ser un torero y que utiliza un pendón rojo a modo de muleta. El pequeño improvisa los primeros pases de una faena, en la que él mismo hace también las veces de público, subrayando con un «¡eeeeh!» el final de cada muletazo: «lo mato ya porque se me está escapando la muleta». Cambia el plano y vemos por primera vez a Borja Miranda, el primogénito de una humilde familia de Castelló que sueña con ser torero. Él es quien dirige la lidia y da órdenes a su hermano menor para que todo suceda en el ruedo conforme a los cánones de la tauromaquia: «pues venga, mátalo».

A lo largo de catorce minutos, la directora castellonense Inma de Reyes nos muestra la vida de este alumno de la escuela taurina de su localidad natal: «Resido en Edimburgo y quería volver a casa para observar mis raíces culturales desde la distancia. Mi madre me comentó que había salido en el periódico que Castelló es una de las ciudades más taurinas de España. A través de una amiga contacté con Héctor, que a su vez me presentó a Borja y su familia. Quería saber cómo empezaba un chaval en el toreo, cómo se mantenía viva la llama de la tradición; contar, en definitiva, su historia, sus ilusiones, y cómo su entorno le ayuda a realizarlas».

El cortometraje causó sensación en su estreno mundial en el «Doc/Fest», un prestigioso festival de documentales que se celebra anualmente en la localidad británica de Sheffield; tanta, que dos productoras cinematográficas -una escocesa y otra estadounidense- han contratado a la castellonense para que ruede un largometraje, que se estrenará en 2021: «la idea es ver dónde nos lleva esta aventura, que empezó con los sueños de un niño de 12 años y que acabará cuando Borja haya cumplido los 16 y debute como novillero con picadores; o, incluso, más adelante, según se desarrollen los acontecimientos. Empezamos a grabar de nuevo este mes de septiembre».

Borja Miranda está encantado con la iniciativa: «Me llamó la atención que quisiera hacer un documental sobre un chico que aspira a ser torero porque, habitualmente, este tipo de producciones las realizan siempre profesionales que están en contacto con el mundo del toro. El largo me parece muy buena idea porque, hasta los 16 años, aquí hay película para rato». «Mi idea -subraya Inma- es que su personalidad hable por sí misma. No he visto muchos documentales españoles donde se vea a un niño crecer como persona y menos en el planeta taurino. Es bonito ver cómo evoluciona y se convierte en adulto, independientemente de que consiga o no su objetivo. Es una experiencia que todo el mundo debería vivir como audiencia».

Una mirada decidida

El hilo conductor del cortometraje es la mirada de Borja. Una de sus escenas fundamentales relata cómo, sin perder un solo detalle, observa desde el tendido la actuación de un compañero de la escuela que ya ha debutado como novillero. La directora deja la cámara en su cara más tiempo de lo normal. Entiendes, entonces, cuánto ama el chaval ese universo particular: «es una mirada que expresa lo que lleva dentro», comenta Inma. «Me llamó mucho la atención que un niño de 12 años sepa perfectamente lo que quiere ser. Esa persistencia, que esté muy centrado en el reto que quiere conseguir y que todo el mundo le apoye en un sueño que parece imposible, pero que puede hacerse realidad».

Sobre la parte más cruenta del espectáculo taurino, la directora castellonense afirma que «desviaba la atención del propósito principal del documental», por lo que no ha incluido ninguna imagen: «el día que grabamos la novillada de la Feria de la Magdalena estuve algo incómoda, porque nunca antes había visto matar a un animal en directo y me impactó bastante; dicho lo cual, sé que forma parte de un proceso aunque sigo sin entender el arte de matar a un toro porque no he crecido con él». Borja reconoce que varios compañeros del instituto le han comentado si no le da pena matar a un animal: «Yo les contesto con una frase del maestro Enrique Ponce: 'Si el toro me coge, me parte'. Que se pongan ellos delante y miren si tienen que matar al novillo o no. Ellos solo miran una parte de la historia, no su totalidad. No entienden que hay una persona que se está jugando la vida, que se pone delante y se enfrenta a un toro bravo con la sola ayuda de una muleta, su valor e inteligencia».