Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Enric Mestre: "El espíritu de una persona es el que hace el arte"

«Veo las cosas y las reduzco a la mínima expresión. He ido depurando. Ahora soy más minimalista», explica el ceramista

El pasado sábado l'Espai d'Art Contemporani El Castell de Riba-roja acogió el estreno de Los años y los días de Enric Mestre, un documental realizado por la directora china Tan Hongyu sobre el ceramista de Alboraia. Este mismo espacio acoge desde agosto una exposición con esculturas de Mestre y también muchas de sus pinturas, una faceta del artista poco conocida pero por la que muestra un especial cariño. En el estudio de su pueblo natal, dónde se realiza esta entrevista, almacena decenas de lienzos donde su amor por la sencillez y la geometría es incluso más evidente que en la escultura. «Creo que en toda mi vida sólo he podido vender un cuadro», confiesa.

¿Para usted la pintura es un descanso de la cerámica?

Es una extensión. Yo estudié Bellas Artes y allí hice pintura, pero cuando acabé me llamaron de Manises y decidí tirar por allí a ver qué pasaba. Hice un peritaje técnico y eso me ha venido muy bien, pero como yo tenía una buena preparación de Bellas Artes cogí en cerámica unas líneas que no eran demasiado frecuentes y empezó a irme bien. Pero no he dejado nunca de pintar

¿Qué diferencia a un artista de un artesano de la cerámica?

Un artesano trabaja en series, normalmente para vender, hace cosas que interesan al público. En cambio el planteamiento del artista es plástico: qué quiero hacer, qué quiero expresar, a qué gente le hablo. Y en la pintura, igual: no es lo mismo un pintor dominguero que uno que se plantea cosas más profundas.

¿La culpa de que se considere la cerámica como un arte menor es de la artesanía?

Evidentemente. Pero ha habido periodos en los que la cerámica ha estado en un nivel artístico más elevado. Y también va según los países. En China o en Japón tiene un nivel muy alto. Allí muchos ceramistas están considerados como grandes artistas, y vas a museos donde ves un cuenco de diez centímetros que son un tesoro nacional.

¿Y usted se ha sentido ninguneado como artista?

No me han dado demasiado cancha, aunque eso siempre me ha dado igual. He hecho mi trabajo, esto es lo mío, y que cada uno piense lo que quiera. Evidentemente, la gente no te mira con la cerámica como un artista. Pero ahora está cambiando bastante.

¿En qué sentido?

Cada vez hay más gente que considera que he hecho un trabajo serio.

¿Qué es más agradecida, la cerámica o la pintura?

Es diferente. La cerámica tiene muchos problemas técnicos y la pintura no te da tantos problemas. En cerámica tienes que saber mucho para plantear un trabajo serio. De todas formas, hoy en día hay tiendas que te venden material cerámico de todo lo que quieras. Antes no había ni libros que te explicaran como se hacía cada cosa.

Tiene algo de alquímico.

Exacto. Y mucha gente, cuando conseguía un color o un barniz especial, se callaba como un muerto porque eso era más importante que lo que iba a hacer con eso.

¿Hay pocos artistas de la cerámica porque es difícil?

La gente de Bellas Artes no quiere saber nada de la cerámica porque técnicamente es complicado. Tienes que saber, y eso que ahora con los materiales que venden en las tiendas es mucho más fácil.

¿Un buen ceramista es el que domina el fuego?

Controlar el fuego es importante, pero depende de la obra. Si haces una obra en la que el fuego lo único que hace es desarrollar las ideas que has tenido, no hace tanta falta dominarlo. Yo soy de los que no necesitan controlar el fuego porque expreso las cosas que quiero sencillamente. Me ha costado controlar lo que yo quería y he ido abandonando las cosas que el barro no me permitía hacer.

¿Su obra es ahora más sencilla que cuando empezó?

Sí, he ido depurando. Ahora soy más minimalista. Hago mis dibujos en los cuadernos y poco a poco voy quitándoles cosas. Para mí menos es más. Es una cuestión del espíritu, de mi sensibilidad, de cómo veo las cosas. Las veo y las reduzco a la mínima expresión. Me inspiró mucho en los campos que veo, en la arquitectura... En cierta arquitectura, porque por supuesto que la arquitectura barroca no.

¿Por qué no le gusta el barroco?

Yo voy a una iglesia barroca y no sé dónde mirar. Todo se me mezcla. En cambio voy a una iglesia románica y me quedó embobado.

Definen su obra de poco efectista, racional, casi fría. ¿Es usted así también como persona?

Yo creo que sí, si no no sería honrado. El espíritu de una persona es el que hace el arte. Es lo que diferencia al artista del artesano. El artesano si ve que una cosa funciona, sigue esa línea. Yo hago al revés. Una temporada hice barnices rojos de cobre que se empezaron a vender muy bien, así que me dije que ese era un camino peligroso, que tenía que apartarme.

¿Y le han seguido los clientes cuando se ha apartado de lo que gustaba más?

Menos, por supuesto. Tengo muchos clientes en los arquitectos, en los decoradores. Gente que tiene que ser muy racional.

¿Hace arte para la élite?

No lo sé, está hecho para mí. Supongo que yo tengo algo de élite. El minimalismo no le gusta a todo el mundo. Yo tengo dos referentes, uno es Rothko y el otro Mondrian. Los dos son muy espirituales.

¿Las aventuras de Picasso y Miró con la cerámica fueron un paso para este arte?

(Hace un gesto de desprecio) Una anécdota, porque lo hacían un poco para probar otro material.

¿Y qué escultores le gustan?

En España me gustan los escultores vascos, sobre todo Chillida y Oteiza. Oteiza me gusta mucho porque es esquemático y simple, Chillida es aún un poco barroco.

¿Y en València? ¿Alfaro?

Alfaro, no, no. Lo encuentro pura especulación, más diseño que plástica.

¿Y de la actualidad? ¿Montsalvatge, Juan Ortí?

Sí, son alumnos míos. Cada uno en su campo son una buena referencia.

Compartir el artículo

stats