Emili Piera tiene una columna diaria desde hace 27 años en este periódico. Empezó en 1991, quitando los meses de vacaciones y domingos, llevará más de 9.500 artículos. Un récord en la prensa valenciana.
Ha escrito Oficio de lance, sus memorias profesionales. Su último libro va de periodismo y los periodistas son los protagonistas. Para su publicación ha optado por un sistema nuevo, «el más democrático en la industria del libro», sostiene. Consiste en un mecenazgo colectivo a través de la editorial libros.com, donde se puede aportar una cantidad para financiar el libro. Si todo va como está previsto, Oficio de lance verá la luz a finales de octubre. El viernes por la noche ya tenía el apoyo de más de 100 mecenas y más de la mitad del objetivo mínimo que son 5.000 euros.
Juega con la ambigüedad de la palabra lance para acompañar al oficio que practica desde hace lustros. «Se dice lance amoroso, lance de honor. En castellano es una palabra muy polisémica, que siempre alude a una cierta inseguridad. O sea un oficio que conoce la precariedad desde el principio».
Una profesión que está peor que hace veinte años, según él. Volvemos al libro y a esa novedosa colectivización, pagar por adelantado. «Tomé la decisión por dos motivos. Uno porque Miguel Ángel Villena estaba detrás, y hablando con los editores -que tienen menos de 30 años- , vi que tenían una colección de periodismo, y había una de las personas que me ha contado las cosas más interesantes de toda la historia del periodismo español, que es José Yoldi con sus crónicas de tribunales».
«Pensé qué puede salir lastimado de esta experiencia: el amor propio. Vale, me sobra». Confiesa que le ha salido un relato informal, atrevido, gracioso y rítmico, porque estaba harto de leer textos sobre el oficio que empiezan con «la creciente concentración de las empresas periodísticas...». Algo que corresponde a unos esquemas políticos y empresariales que lo facilitan, explica. ¿Qué es lo más atrevido que vamos a leer? «Algunas conclusiones políticas».
Cuando empezó con sus memorias profesionales solo tenía claro el título. «No quiero quedar pedante, es un relato reflexivo».
«El oficio me gusta más que cuando empecé. En los primeros años me lo pasaba mejor de lo que estaba dispuesto a reconocer. Era para ganarse la vida. Aspiraba a hacer literatura, humor, cosas que en el periódico no siempre tienen cabida». Luego descubrió las posibilidades de tocar todas las teclas: prensa, radio, televisión, guiones, humor...
Ha procurado no ajustar cuentas, «pero eso no quiere decir que no reconozca las cosas». Pero cuando sale el nombre de Amadeu Fabregat, suspira: «Hay una decepción importante». Con Fabregat, Vicent Aleixandre, Pilar López y Josep Torrent formó la redacción en València del Avui a finales de los setenta.
El humor
Sobre À Punt subraya que ha habido «maniobras en la oscuridad que no hacían falta». «Deberían haber hecho el modelo contrario de Canal 9». Fue uno de los guionistas del mítico programa «La cosa nostra» en Ràdio 9. Un espacio de fino humor, precursor de los ahora famosos «Polònia» y «Crakòvia» en TV3, o «Vaya semanita» en ETB. La práctica del sarcasmo inteligente le viene a Piera de fábrica, y está presente desde sus inicios, con la publicación de El pardalot engabiat, o la segunda época de La traca. Proyectos efímeros, porque el humor entre valencianos es complicado, porque «la realidad no es agronómica, pero el pensamiento sí».
Emili Piera es de la primera promoción de Ciencias de la Información de la Complutense de Madrid, y defiende que el periodista debe tener un nivel académico equivalente a la licenciatura, pero cree que lo más interesante sería unos estudios de periodismo de posgrado. Se nota que tuvo buenos profesores como Manuel Alvar, que luego fue director de la RAE.
El periodismo debe ser el único oficio donde las máquinas no ayudan a quitar faena. «Hay un tema que no tiene solución, como el tema de la soberanía nacional, de momento. Puedes votar por cosas como el jefe del Estado, suponiendo que se hiciera un referéndum sobre la monarquía, pero no tienes ninguna capacidad de control sobre cosas que condicionan tu vida cotidiana, mucho más que un rey o una república, como los robots en la producción». Lances del oficio.
