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Crónica

Mercury Rev para "gourmets"

Con un auditorio que suena bien, un club con un apropiado aire subterráneo y una zona exterior en la que cambiar impresiones y mirar de reojo a tus amigos de Facebook, se puede decir que la Rambleta es un buen lugar para celebrar festivales no-veraniegos. Lo ha demostrado durante años el Deleste y lo demostró el viernes Un Día Tranquilo, una especie de semifestival «gourmet» organizado por la promotora valenciana Tranquilo Música, con sólo cinco bandas en el cartel y mucho tiempo y espacio para escucharlas.

Los que más disfrutaron de este tiempo y espacio fueron los fans de Mercury Rev. Venían Jonathan Donahue, Grasshopper y compañía a celebrar los 20 años de su «Deserter's Songs», álbum que como el propio Donahue contó al público, no hubiera salido si no hubiera sido por los Chemical Brothers. Relató el cantante de los Mercury (relató, de hecho, cada una de las canciones que interpretó) que tras el fracaso comercial de su anterior LP, y cuando ya se sentían como unos apestados, les llamó el dúo de música electrónica para pedirles grabar un tema con ellos («The Private Psychedelic Reel»). Ese reconocimiento desde lo inesperado fue fundamental para volver a tener ganas de encerrarse en el estudio y registrar el glorioso «Deserter's Songs», que al final fue también su disco más popular.

Fue un concierto muy bonito, un homenaje a una forma de entender la música popular como algo trascendente, íntimo, propio de unos tiempos en los que una canción podía salvarte o joderte la vida (sí niños, así nos tomábamos las cosas en los 90). De ahí que, además de las canciones del susodicho disco veinteañero, cayeran también un par de versiones de otros referentes como Pavement (se apropiaron maravillosamente de su «Here») y Spaklehorse (lo mismo pero con «Sea of Teeth»).

Fue un concierto muy bonito, pero no fue un concierto de festival al uso. Los asientos tan mulliditos del auditorio y la hora (once de la noche) unidos al formato de la actuación -semiacústica, sin batería y una guitarra con tanto reverb que te acunaba- requerían una concentración extra por parte de la audiencia. Los más fans de los Mercury tenían curiosidad por ver cómo afrontaban en este plan un disco tan ampuloso y orquestado como fue el «Deserter's songs». Alguno vio el reducido tamaño de los amplificadores y una sierra junto a un arco de violín, y casi se fue a casa. Menos mal que no hubo deserciones porque la desnudez y la simpleza del concierto, junto a la presencia escénica de Donahue, valieron por todas las orquestaciones del mundo. Supongo que ya tenemos edad para estas cosas.

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