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Joaquín Achúcarro: "El piano no es un instrumento solitario, cuando lo tocas hablas con el público"

"Nuestro trabajo cotidiano es estar en contacto con alguna de las mejores mentes que ha producido la Humanidad; me siento privilegiado", afirma el intérprete

El pianista bilbaíno Joaquín Achúcarro vuelve mañana al Palau de la Música para interpretar con la Orquesta de València el célebre «Concierto para piano» de Edvard Grieg bajo la dirección de su titular Ramón Tebar. El programa incluye, además, las piezas A la busca del más allá de Joaquín Rodrigo y la no menos famosa y romántica «Sinfonía número 5» del compositor ruso Piotr Ilich Chaikovski. Ha tocado con la formación residente del Palau de la Música en 18 ocasiones y ha pisado su escenario 21 veces. En 1957, ayudó a José Iturbi a recaudar fondo para los damnificados de la trágica riada.

¿Por qué ese repertorio con el que llega mañana?

Tengo una relación con el "Concierto para piano" de Edvard Grieg muy buena. Lo toqué por primera vez cuando tenía 17 años por lo que llevo ya un buen rato conviviendo con él. Además, Grieg era primo de mi abuela y la relación con Noruega existe todavía en la familia.

¿Cómo ve a la Orquesta de València?

La última vez que toque con ella fue hace ocho años. El director es formidable porque lo conozco desde hace mucho tiempo y estoy seguro de que la orquesta es formidable.

Tiene buenos recuerdos de València.

Estupendos. Tengo amistades de esas que duran, aunque no nos veamos.

Creo que no ha llegado a trabajar con Ramón Tebar.

No, es la primera vez. Él, en cambio, sí ha trabajado conmigo. Estuve dando unas masterclasses aquí en València y él tocaba el piano muy bien. Podría ser director de cualquier orquesta del mundo porque es estupendo.

¿El pianista nace o se hace?

Las dos cosas. Está requetedicho: un 5 % es inspiración y un 95 %, transpiración.

¿Qué siente cuando se sienta al piano?

Si las cosas van bien, estoy contento, y si van mal, intento mejorarlas. Hay muchas maneras de sentarse al piano: una es para estudiar y aprender y otra para participar y compartir con un público las bellezas que me ha parecido encontrar en las partituras.

¿Se pone nervioso?

Sí, claro que sí. Puedes saltar un obstáculo pero no saber si vas a saltar el siguiente. El nerviosismo de antes del concierto es necesario y lo siente todo el mundo. Esa subida de adrenalina, la atención mayor.

¿Parece una profesión solitaria?

Relativamente. Cuando tocas al público estás hablando con él. Le das lo mejor que tienes y hay una correspondencia. Desde el escenario se siente cuando hay esta comunicación.

¿Han cambiando sus gustos musicales porque empezó siendo un niño?

Cambiar no, pero se han profundizado. Es saber que nuestro trabajo cotidiano es estar en contacto con alguna de las mejores mentes que ha producido la Humanidad, sea Bach, Beethoven, Chopin o Grieg. Con ellos hablamos todos los días a través del estudio o del teclado. Me considero privilegiado porque mi profesión es lo que más me gusta. Luego están los viajes, conocer gente nueva, países... Llevo 61 países. Ahora regreso de EE UU; después de València voy a México, más adelante ire a Ginebra y haré gira con la Orquesta Nacional escocesa. Y en enero iré a Japón.

¿Cómo aguanta ese ritmo?

Intento dormir en los aviones, aguantando los cambios de horario y reservar energía para el momento oportuno.

¿Cuál diría que ha sido el momento más importante de su carrera?

Ha habido momentos importantes. Para mí, el comienzo de mi carrera fue en el concurso de Liverpool hace casi 60 años. Pero todo lo que cae es bienvenido.

¿No piensa en bajar el ritmo en los últimos años?

Ya me lo rebajara Cronos, el implacable. Mientras pueda...

¿Cuántas horas toca al día?

Lo máximo posible. Intento arañar las cuatro horas al día, por lo menos, defenderlas a capa españa y si el cuerpo no está muy cansado seguir adelante con las seis.

¿Piensa a sus 85 años en retirarse de la música?

Claro que no. Tengo compromisos hasta 2020.

Con ese trajín de aviones y compromisos, ¿dónde está su casa?

En el teclado.

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