"Mediterráneo" es una de las canciones más populares de la música en castellano. Recuerdo no hace demasiado tiempo un programa de radio en la que los invitados tenían que hablar de la canción que les había marcado la vida. Ocho de cada diez (estimación inventada, pero no debo de ir muy desencaminado) eligieron como su preferido el tema que Joan Manuel Serrat compuso en 1971 en un hotelito de la Costa Brava. La calidad musical de la canción es impepinable, tanta que incluso nos libra de fijarnos en una letra algo afectada y forzada a ser bonita. Y, por supuesto, tiene en nosotros los mediterráneos un poder evocador brutal de un mar limpio, solitario y arcaico que apenas hemos disfrutado. Tanto es el poder de esta canción que su creador se ha embarcado en una gira para celebrar el 47 aniversario de su creación y de la publicación del disco que la acompañaba. "Podíamos haber esperado a los 50", reconoció Serrat tras la interpretación del himno que abrió su concierto del martes en el Palau de les Arts. "Podríamos, pero para esperar no estoy", añadió socarrón seguidamente, recordando el "verano jodido" que había pasado y en el que ha tenido que suspender cinco conciertos.

Todo esto, por cierto, lo dijo Serrat en catalán, para disgusto de algunos, que pidieron a gritos que hablase en castellano. "Usted tiene que entender que en este territorio, para poder expresarnos públicamente en nuestra lengua nos ha costado mucha gente en las cunetas y muchas cárceles", contestó Serrat en medio del barullo. "Una vez entendidas las posiciones, haga usted lo posible de entender que estamos haciendo un concierto mayoritariamente en castellano€ La segunda parte ya le va costar más€ Se lo digo con todo el respeto, usted ahora puede levantarse, salir y con mis disculpas le será retornado el importe de su localidad". Que yo sepa, se levantaron tres personas a las que, efectivamente, se les devolvieron los 80 euros (más o menos) que les había costado la entrada. Esto no deja de ser una anécdota, pero dice bastante de los tiempos en los que vivimos, cada vez más parecidos a aquellos años 60 en los que Serrat se decidió a cantar en castellano y fue por eso despreciado por sus compañeros de la "nova cançò".

Volvamos a la música, pues: Sala Martí i Soler repleta (también lo estará hoy), escenario decorado de forma sencilla y "mediterránea" (una especie de toldo en forma de vela latina en la que se proyectaban imágenes durante las canciones), una banda de guitarra, batería, bajo, teclados, la fantástica viola de Uxia Amargós y su inseparable "capitán" Ricard Miralles al piano; y un Serrat -a veces empuñando la guitarra, a veces sentado en su taburete rojo del Bocaccio- que empezó algo titubeante pero que se fue haciendo enorme durante el concierto. La primera parte la dedicó a reinterpretar sin seguir el orden de las canciones de aquel disco de 1971. Tras la titular vinieron casi a modo de "medley" "Lejos de casa", "Vagabundear" y "Barquito de papel". A estas alturas del concierto, Serrat parecía todavía más cómodo en las baladas que en los ritmos más rápidos, como el patrón 6/4 que fijó Juan Carlos Calderón para "Mediterráneo". El público, en su mayor parte educado musicalmente en los 60, aplaudía a rabiar incluso antes de que terminasen las interpretaciones, que es algo muy de festival de la época, y recibía el agradecimiento de Serrat en forma de discreta reverencia, que eso también es muy artista musicovocal de vieja escuela y que mola bastante.

"Pueblo blanco" sonó grave y Serrat la cantó de forma dramática, alargando el "cementerio" final como un quejido, como consciente de que ese olvido con el que el tiempo somete a tantos pequeños lugares es la cosa más moderna del mundo. Fue precisamente al empezar a explicar el origen del alegre vals "Tío Alberto" (el "gitano payo" Alberto Puig Palau, empresario, protector de flamencos y vividores, corredor de Fórmula 1, condecorado con la Legión de Honor) cuando tuvo lugar el desagradable incidente idiomático. "La mujer que yo quiero" pintó mejor que en el disco, ya que el formato del concierto nos libró de los coros caricaturescos de la grabación. Al acabar "Lucía", preciosa canción siempre a punto (pero no) de ser cursi (parece que la escribió para un amor pasajero que trabajaba de azafata, de ahí lo de "vuela esta canción") una niña (me apuesto lo que sea que se llama Lucía) se levantó del asiento y le regaló a Serrat un ramo de flores. Con "Vencidos" recordó a ese manchego "más famosos que Iniesta y Almodóvar, llamado Alonso Quijano "El ingenioso". Y con "Aquellas pequeñas cosas" y un "reprise" de "Mediterráneo" dio fin Serrat a esta "poco seria" celebración de los 47 años de su disco más popular.

La segunda parte fue otra celebración. Celebración de la mediterraneidad y del mar, y a veces también lamento por haberse convertido en un "inmenso sarcófago de los que intentan escapar de ellos mismos". Cantó "La Mer" de Charles Trenet, que con un leve acompañamiento de la viola y el contrabajo sonó gloriosa. Después vinieron "La lluna", "Me´n vaig a peu" y la antológica "Cantares". Había un señor con barba, libreta y boli al que se le escapó una lágrima al tener así de cerca y viva esta canción desastrada y perfecta que tantas veces había escuchado de chiquillo. También cantó "Plany al mar", "Temps era temps" y una "Tatuaje" de Valerio, León y Quiroga tras la cual Serrat lamentó que "nadie muere de mal de amores, pero sí demasiadas mujeres mueran víctimas de amores malos".

De su disco dedicado a Miguel Hernández recordó "Menos tu vientre" y una "Para la libertad" cuyo final festivalero gritando "Aún tengo la vida" dio cuenta de lo crecido que ya andaba "El Noi" a estas alturas del recital alentado por los entusiastas bravos que no paraban de repetirse. "Pare", "Penélope" y "Hoy puede ser un gran día" sirvieron para enfilar el final del concierto. Pero antes invitó a la banda a saludar, a que volvieran a sus puestos y a que recibieran sus instrucciones antes de hacer retroceder en el tiempo y el espacio al 97 % del público que cantó con él eso de "Paraules d´amor senzilles i tendres" como un nabucoso coro de esclavos del espíritu adolescente. Serrat dijo adiós dando gracias por "reencontrar a Valencia con todo el amor y fraternidad que me ha acompañado cada vez que he venido desde hace 50 años" y cantando "Fiesta". Esta noche, más.