Yo, igual que Gigliola Cinquetti: no tengo edad. No tenía edad para que me gustara tanto Charles Aznavour, más legendario que real para los de mi generación, que ya no lo escuchamos en la radiofórmula de los 80 y 90 porque era de otra época y en Radio Minuto o en Los 40 Principales no lo ponían nunca. Ni en los 33 de Antena 3 „¿se acuerdan?„ Pero ya se sabe que los padres o los hermanos mayores (en mi caso, lo primero) fueron nuestros influencers musicales. Y a mi madre le encantaba Venecia sin ti. Y La mamma... Y se las sabía en español, las cantaba. Por eso, cuando en 2004 leí que Aznavour emprendía una gira con motivo de su 80 aniversario me froté los ojos y pensé si sería realmente aún ese señor bajito que una vez salió en 300 Millones, que yo lo vi, y que insistía machaconamente en que la ciudad de los canales ya no parecía igual si no era con su amada en la misma góndola.

Así que con mi incurable mitomanía a cuestas, a Montpellier que me fui en noviembre de 2004, en coche; con mi amigo Toni de piloto, para verle cantar en directo en el Zenith. Me sorprendieron dos cosas: la veneración que los franceses sentían por este irrepetible actor y cantante, por un lado, y que el concierto no fuera ningún trampantojo: en el escenario había una potente banda, y Aznavour se mostró toda la noche enérgico y dinámico, interpretando incluso temas de sus últimos discos, ya que continuaba grabando. Cantó durante dos horas y media. Tuve la certeza de que era la primera y también la última vez que le vería en directo. Y que esa gira que le llevaba casi a diario por toda Francia sería la de su despedida de los escenarios. Pero estaba muy equivocado en ambas cosas.

En junio de 2014, Aznavour se anunciaba de nuevo en España, en el Liceu de Barcelona. !Tenía 90 años! Hacía diez años que nos habíamos despedido artísticamente de él en aquel recital de Montpellier, pero ahí que seguía. Con discos nuevos, con giras mundiales, con constantes apariciones televisivas en su país... No pudimos resistir la tentación de verle de nuevo muy de cerca. Y al templo barcelonés de la ópera que nos fuimos no tan seguros ya de estar asistiendo a uno de sus últimos recitales, porque este hombre estaba empeñado en ser el Manoel de Oliveira de la canción. Esa noche cantó en español algunas de las piezas de su inmenso repertorio y brilló como el crooner eterno que era. Ha tardado cuatro años en hacer mutis por el foro. Cantó hasta el otro día. E iba a hacerlo en unas semanas. No se vislumbraba su final. En su canción estaba triste Venecia; con su muerte entristece medio planeta.