La apuesta de las administraciones parece bastante clara: los festivales han de ser uno de los motores turísticos, e incluso culturales, de la Comunitat Valenciana. Su importancia queda consagrada en la Ley de Turismo, Ocio y Hospitalidad o en la creación de marcas como Mediterranew Fest, cuyo objetivo es el «de dar mayor visibilidad y relevancia a los festivales musicales más internacionales», tal como resumió el Secretario Autonómico de Turismo, Francesc Colomer, el pasado mes de julio durante la presentación del FIB 2018.

Además de la protección de las marcas festivaleras, y los distintos convenios entre administraciones y promociones en los que el nombre de ayuntamientos, diputaciones o Generalitat aparece felizmente unido al de estos eventos que atraen a tantos cientos de miles de seguidores, este año el Institut Valencià de Cultura (IVC) ha anunciado 600.000 euros de ayudas para el fomento de festivales giras y formación musical, seis veces más que lo destinado en 2015. Sólo la Diputación de Castelló repartió el pasado año 440.000 euros entre Arenal Sound, Rototom Sunsplash, Festival Internacional de Benicàssim y SanSan Festival.

¿Le hace falta a los grandes festivales tanto cariño de las instituciones valencianas mientras salas, bares, pequeños promotores y artistas sin grandes ventas siguen luchando contra trabas administrativas, horarios y permisos? Quizá puedan encontrar algo parecido a una respuesta en el Anuario de las Artes Escénicas, Musicales y Audiovisuales que acaba de publicar la SGAE y en el que se cifra en 39,9 millones lo recaudado el pasado año en los «macrofestivales», y apenas 8,8 millones de euros lo que obtuvieron el resto de los 4.336 «conciertos de música popular» que se celebraron durante ese mismo periodo en Valencia, Castelló y Alicante. Por cierto, un número de conciertos superior al de 2016 (4.237) pero muy inferior al de 2012 (7.475) y 2008 (11.130)

Por lo tanto, las salas valencianas, los auditorios o los pequeños y medianos recintos que acogieron actuaciones en vivo el pasado año apenas recaudaron el 18 % del total. Esta diferencia entre los ingresos de los festivales frente a lo que se obtiene en los locales musicales de toda la vida es especialmente significativa en la C. Valenciana.

Ahí van algunas comparaciones para tener algo de perspectiva. Mientras que los macrofestivales se comen el 82 % de la tarta musical valenciana, en todo el Estado la recaudación de este tipo de eventos supone el 52,7 % (173,1 millones de euros frente a los 155,78 que recaudaron las salas). Es la primera vez que los grandes eventos musicales ganan más dinero que el resto de conciertos celebrados en toda España, incluyendo las giras de los artistas más populares.

Por comunidades, frente a ese escaso 18 % de recaudación total de las salas y demás locales valencianos destaca el 52 % que han recaudado este tipo de locales en Andalucía y Cataluña, el 65 % de Madrid o el 82,6 % recaudado en los locales aragoneses, que con Zaragoza como una de las capitales nacionales de la música pop, supone el 5,5 % del total estatal (apenas dos décimas menos que nuestra comunidad pese a tener 3,6 millones de habitantes menos).

Más perspectiva. Hace una década, lo obtenido en los grandes festivales apenas suponía el 26 % de la recaudación de los conciertos de música popular en la C. Valenciana. Desde entonces no ha dejado de crecer: en 2014 la recaudación de nuestros macroeventos ya suponía el 75 % del total. Otro ejemplo más de la importancia económica que han conseguido en poco tiempo los festivales en la C. Valenciana, con o sin ayuda de las administraciones, mientras que las salas, y con ellas los pequeños promotores y los artistas a los que les cuesta más llegar al gran público, siguen lejos de superar la crisis.

Curiosamente, la recaudación de uno y otro tipo de eventos no se corresponde con el número de espectadores. El anuario de la SGAE refleja que, incluyendo datos tanto de conciertos como de macrofestivales, la «música popular» en vivo reunió el pasado año a un total de 2,3 millones de espectadores valencianos, de los cuales 1,09 millones (es decir, menos de la mitad) presenciaron a sus artistas preferidos en eventos musicales de más de un día de duración.

Esta de 2,3 millones es una cifra de público superior que la de 2016 (2,13 millones) y que la de 2012 (1,9) pero aún está muy lejos de los 3,4 millones de espectadores totales en 2008. Eso sí, hace una década la música en vivo recaudó en la C. Valenciana 17,3 millones de euros frente a los 48,7 millones de 2017.