Rafael Cruz y Gretel Stuyck se sienten valientes, «los héroes del siglo XXI», dicen. Esta pareja, actores de profesión, se acaban de «tirar a la piscina» y han recuperado la antigua sala Gran Cielo para convertirla en La Máquina Laboratorio de Creación, ubicada en la calle Padre Jofré.

Aseguran que València se encuentra en un «buen momento». «El sector estaba tan mal que solo podía ir a mejor», aseguran. Por ello, piden «no caer en los mismos errores que en otros lugares. Mirar más allá de Madrid y Barcelona».

La sala que acaban de recuperar cuenta con unas 80 localidades y «la esencia y calidez que nos enamora a los artesanos del teatro», dicen. Tan solo han hecho una inversión de unos 12.000 euros para pequeños arreglos, sobre todo técnicos. La historia de este espacio tiene su importancia y explica el nombre con el que La Máquina presenta su nueva sala. Tras sus puertas, otras compañías teatrales han ofrecido sus espectáculos. Durante mucho tiempo el Teatro Gran Cielo recibía allí a sus espectadores, más tarde fue Ultramar y recientemente se había convertido en las oficinas de la asociación Actors i actrius professionals valencians. «Lo que verdaderamente nos ha inspirado en este nuevo proyecto fue su actividad como laboratorio en sus orígenes. De ahí que presentemos nuestra sala como un laboratorio de creación artística», explican.

Ayer presentaron su programación hasta el mes de junio, de modo que el espectador podrá disfrutar de estrenos de autores contemporáneos -«queremos dar oportunidades a gente que trata temas de hoy»- así como de espectáculos de creación latinoamericana convirtiéndose en referente para el mestizaje cultural. «Esta temporada está llena de sorpresas ya que uno de nuestros objetivos es dar espacio a nuestros alumnos, ellos son nuestra cantera», avanzan. A ello sumarán su proyecto de inclusión para personas con y sin diversidad funcional.

Por el momento, no cuentan con ningún tipo de subvención y aseguran que no se dejan seducir por lo comercial. «Estamos centrados en una nueva generación más artesana» a lo que añaden que «queremos hacer un laboratorio de dramaturgia valenciana». «Nuestra programación es una declaración de intenciones», dicen. Tal es su confianza en ello que se harán cargo de la sala los próximos 20 años. Los 20 siguientes, dicen, «la vemos en manos de alguno de nuestros alumnos que hoy tienen siete años».