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Entrevista

Arcángel: "El flamenco experimental y el tradicional están condenados a convivir"

«Cuando uno tiene el veneno de conocer nuevos caminos, no sólo los busca en la música sino también en la vida diaria»

¿Cómo nace el proyecto de unir su cante al de las voces búlgaras?

Siempre he sido bastante amante de la polifonía, y sobre todo de las polifonías vocales. Desde que escuché hace muchísimo tiempo a Enrique Morente, hace casi 20 años, en una colaboración con las Voces Búlgaras, ese sonido me impactó y siempre lo he tenido en mente. Pero hace cinco y seis años fui a Sofía a una actuación y unos productores me pusieron en bandeja conocer a un coro y realizar un proyecto de diálogo de flamenco y la música búlgara establecido de la fórmula más natural posible entre dos fórmulas folclóricas que no tienen nada que ver.

¿Qué le aportan a un cantaor de Huelva una forma de cantar nacida a miles de kilómetros de usted?

En el flamenco no se suele usar la polifonía en las voces. Los elementos que soportan a la línea melódica solitaria de la voz es la guitarra u otros instrumentos más recientes. Cada vez que el flamenco ha usado la polifonía, lo ha hecho de forma menos compleja. En cambio las armonías que usan en Bulgaria aportan una tensión diferente y llevan el cante a otro sitio.

¿No es como intentar mezclar agua y aceite?

Pues sí, esa es la partida inicial. Pero es un diálogo de músicas que, ante todo, tienen ganas de entenderse.

¿A estas alturas de la historia no es inevitable que el flamenco se mezcle con cosas cada vez más diferente?

La pureza no está ni en anquilosarse ni en mezclarse. El flamenco tradicional tiene una estructura hecha y dada, y a partir de ella podemos recrear y avanzar en ciertos aspectos. Experiencias como la mía tiene que ver más con las inquietudes personales. El flamenco no es mejor ni cuando se mezcla ni cuando cierra estructura y no deja pasar nada de otras músicas que la contaminen, en el buen sentido. El flamenco más tradicional y el experimental están condenados a convivir, siempre teniendo claro dónde está uno situado y lo que realmente está haciendo.

¿Para usted ha sido más sencillo decidirse a un experimento como este por venir de una familia sin excesiva tradición musical?

Excesiva no, nula. Está claro que cuando uno no tiene que romper las cadenas de una estructura familiar compleja o que tiene una tradición, ayuda. Pero quizá también me hubiera ayudado tener alguien al lado que me ahorrara los encontronazos que me iba a llevar en la profesión. Pero este tipo de cosas obedecen a inquietudes personales, es más una actitud ante la vida. Cuando uno tiene esa inquietud y ese veneno metido dentro de conocer nuevos caminos y de ser alguien que busca nuevas experiencia, no sólo las busca en la música sino en su vida diaria.

Últimamente se publican muchas noticias en las que la palabra «flamenco» tiene cerca otras palabras como «polémica», «apropiación» y cosas así...

Está el viejo dicho de «que hablen de mí aunque sea mal», pero yo no sé si estoy muy de acuerdo con él. Pero sí es verdad que el simple hecho de que la gente invierta algo de tiempo reflexionando sobre el flamenco no debe de ser malo. No debemos poner verjas que nadie pueda pasar, pero sí dejar claro qué cosas forman parte del lenguaje del flamenco, y cuáles en la frontera, algunas esperando a entrar y otras que jamás estarán por mucho que intenten saltar esa verja.

A la hora de innovar o romper, ¿usted se siente más cercano a Rosalía o El Niño de Elche o a Morente y Camarón?

Son cosas diferentes porque parten de sitios diferentes. Todo lo que hizo Camarón o Morente partía desde el flamenco, de alguien que fueron primero cantaores flamencos y después hicieron otras cosas. Los otros casos no parten de alguien que ha hecho una carrera en el flamenco, sino que su carrera artística nace de otra concepción de las cosas. Ni buena ni mala, pero diferente.

Decía el periodista e historiador del género Alfredo Grimaldos que al flamenco de hoy le falta la carga social que tenía antes. ¿Está de acuerdo?

Yo no lo creo. Hay una conciencia social del flamenco bastante definida y acusada. Es lógico que uno hable ahora de otras cosas, porque no somos los mismos flamencos de antes ni vivimos como antes.

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