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Juan Manuel Cotelo: "No hay peor herencia que el odio"

"Abanderamos la cultura de la queja" - "Nos lo ponen muy fácil para emitir odio hacia los demás"

Asegura que su película «ha dado en la diana» para resolver muchas historias que habían quedado enquistadas por culpa del rencor. Según Juan Manuel Cotelo, vivimos en la era del «egoísmo» y del «odio». Por ello, invita a perdonar con El mayor regalo, la película que se estrena hoy en 33 salas de toda España.

En su documental, asesinos y víctimas de conflictos internacionales se dan la mano. ¿Tenía la pretensión de crear algún tipo de efecto en «luchas» actuales?

A gran escala no. Buscaba el cambio en pequeñito, dentro de cada uno de los espectadores, y lo cierto es que ya está cambiando la vida de algunas personas. Durante el preestreno en Toledo, el primer espectador que cogió el micrófono dijo: «Gracias, porque a partir de hoy empieza mi nueva vida».

¿Perdonar es una liberación?

Es una liberación y una fiesta. En cambio, el rencor es una esclavitud y una losa que no nos deja avanzar.

¿Cree que el público tiene sed de historias positivas?

Sí. No ha sido difícil transmitir buenas vibraciones con la película porque cuando uno perdona se libera. El perdón de verdad nunca acaba mal. Sinceramente, creo que estamos demasiado acostumbrados a la violencia y al odio. Encontramos escenas violentas en la televisión, en el cine, en la publicidad... Los cuatro años que llevo con este proyecto me han servido para darme cuenta de lo fácil que nos lo ponen para emitir odio hacia los demás. Puede sonar exagerado, pero creo que es verdad. Luego nos extrañamos de que exista el vandalismo o la violencia doméstica.

¿Somos más susceptibles ahora que antes? ¿Más orgullosos?

La condición humana es la misma. Sin embargo, creo que se fomenta mucho el individualismo. Tendemos a enfrentarnos al que no está de acuerdo con nosotros. Creo que en el pasado vivimos una época más amable. Abanderamos la cultura de la queja. No me imagino a mis padres o a mis abuelos lamentándose de lo que nos lamentamos nosotros. ¿Qué nos ha pasado para ser tan agresivos? Se ha perdido la cortesía y la elegancia, y eso se ve en la política, en el fútbol...

¿Qué hacemos entonces?

Pararnos a pensar. Mire, estuve haciendo un reportaje en Los Ángeles sobre pandillas de delincuentes. En el hospital, conocí a dos jóvenes postrados en sillas de ruedas por heridas de bala. Los dos eran de bandas diferentes y en el hospital se hicieron amigos. En una de las escenas de la película aparece un hombre que dice que el primer paso para la paz es «cerrar la boca y abrir las orejas». Yo también creo en eso. Nadie es mala persona por pensar diferente de nosotros.

¿Etiquetamos a las personas por sus creencias?

Sí, clasificamos por clubs. El de los buenos y el de los malos, y todos pensamos que estamos en el de los buenos. Conocí una historia en Colombia que me impactó. Un guerrillero intentó convencer a dos hermanas para que se alistaran. A la primera que preguntó le echó ácido porque ella dijo que no se alistaba. La segunda, al ver lo que le había pasado a su hermana mayor, dijo que sí. Con los años, se convirtió en una experta en explosivos. Ha matado a cientos de personas. Es fácil decir que ella es un demonio, pero lo cierto es que hay que pararse a pensar y ver los condicionantes que la empujaron a ello.

Ya que está hablando del conflicto armado de Colombia... ETA pidió perdón.

¿ETA pidió perdón?

Sí, en abril de este año. ¿Cree que hay alguien más en España que tenga que pedir perdón?

Que levante la mano quien no tenga que pedir perdón por algo. Lo que no funciona es decir: «Estos tienen que pedir perdón». Preocúpate de ti mismo, y pide perdón si crees que debes hacerlo.

¿Qué opina sobre nuestro gran conflicto histórico? La Guerra Civil y el franquismo continúan levantando ampollas. Ayer un hombre fue detenido por querer atentar contra el presidente del Gobierno.

No hay peor herencia que el odio. Los padres hacen un flaco favor a sus hijos si les transmiten sus odios y sus miedos. Es muy triste. Conozco a jóvenes de 20 años que odian a Franco. No tiene sentido. Aunque pasa en todos los países. En México me gritaron una vez: «¡Español! Nos quitasteis el oro». Yo dije: «No fui yo. No estaba allí». Es ridículo.

¿Es la familia la única que da continuidad a esos odios?

Principalmente. El odio se mama. Mi abuela estuvo en un paredón de fusilamiento. Supimos esa historia después de que muriera porque no lo contó. Eso fue un acto de generosidad por su parte. Así se construye la paz. Una vez, un preso me dijo: «El arma de destrucción masiva más potente es la boquita».

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