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Merecedores de la gloria póstuma

«Licenciado» resultó esencial para que el Juli demostrara por qué es una de las figuras del toreo de nuestra época

«San Isidro es el mejor escenario del mundo para lidiar un gran toro», manifestó José Juan Fraile a Levante-EMV, ganadero del Puerto de San Lorenzo que el martes 15 de mayo lidió a «Cuba II» como segundo de la tarde. Un toro bajo, acapachado de pitones y astifino que salió frío, repitió en el capote, empujó en el tercio de varas, apretó en banderillas y respondió por ambos pitones en la muleta de Paco Ureña. El criador salmantino afirmó que «fue un gran toro porque aunó virtudes como la fijeza, prontitud, galope y transmisión. Empujó en la muleta hasta el final con entrega y humillación». Fraile también explica que «las características que demostró el toro son fruto de la bravura, esa forma de responder incansablemente al sometimiento del torero».

Su padre es un semental nuevo, de nombre «Cigarrero», número 76. El ganadero charro lidió otro gran ejemplar en la Feria de san Fermín, de nombre «Cuba» y hermano del lidiado en Madrid, que también ofreció un juego excelente. Ambos astados fueron lidiados por el matador de toros lorquino, Paco Ureña. Estos dos ejemplares del Puerto de San Lorenzo pertenecen a la familia de Los Cubanos, en la línea Lisardo: «Esos productos son acucharados de cuerna, anchos de cabos y de pelo rizado y basto; además, son menos abantos de salida. El toro de Atanasio, por el contrario, es más fino, más lavado de cara y más frío de inicio», aclara el criador. «Nos llena de orgullo poder triunfar con el encaste Atanasio Fernández-Lisardo Sánchez, unos toros de procedencia distinta a la que se impone actualmente en las ferias», concluye.

«Ombú», de Juan Pedro Domecq, fue otro toro importante del pasado ciclo isidril. Un cinqueño jabonero de buenas hechuras que salió como tercero de la tarde. Repitió en el capote, se dejó pegar en varas después de arrancarse con prontitud en los dos puyazos y mantuvo su buena condición en la muleta de Luis David Adame. El joven hidrocálido supo entenderlo y cortó una merecida oreja. «Es el toro más completo que he lidiado en Las Ventas porque sus virtudes son muy difíciles de encontrar. La bravura es esa capacidad de lucha de principio a fin de la lidia y la clase, esa embestida humillada con la voluntad de coger la muleta. La condición de 'Ombú' fue una amalgama entra la bravura y la clase porque tuvo humillación, poder, transmisión y profundidad. Se empleó hasta el final del muletazo y tuvo duración, explica Juan Pedro Domecq. Su destino era Madrid por la preciosa morfología que traía el animal pero el ganadero tuvo que «evitar que se lidiase en Málaga y Zaragoza el año pasado porque todos lo querían en su corrida», revela. «Arrempuja», número 177, es el padre de «Ombú», «el semental más contrastado que tengo en la ganadería» y pertenece a la reata de las Serpientes, cuya característica es «un ritmo especial en su embestida». Juan Pedro Domecq recuerda una hermana de «Ombú», de nombre «Víbora», que fue «extraordinaria por la cadencia con que cogía la muleta. La tentó Enrique Ponce y tengo su faena grabada. Todas las becerras de esa familia tienen un 9 o 10 de nota en la muleta».

«Licenciado», otro de los toros destacados de la temporada venteña, perteneció a la ganadería de Alcurrucén. Fue un animal cornidelantero, armónico de hechuras, bajo y reunido. Sus principales virtudes fueron el celo, la repetición y la codicia que sacó en la muleta de El Juli, que demostró por qué sigue siendo una de las grandes figuras de esta época. Desde que cogió la muleta hasta que cambió el estoque simulado por la espada de verdad. Un vendaval de toreo poderoso, desde los ayudados por bajo domeñando la vibrante embestida del bravo «Licenciado», las tandas de seis muletazos ligados (no rehilados) y el pase de pecho de pitón a rabo, hasta la última serie, con la plaza vuelta del revés.

Completa el cuadro de honor de la temporada venteña «Chaparrito», un ejemplar de Adolfo Martín de una embestida tan humillada como exigente y que tuvo la suerte de encontrarse con las manos de un experto en el encaste Saltillo-Albaserrada como es Pepe Moral, que supo entenderlo de principio a fin, así como cuajarle una buena faena que le valió un trofeo.

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