Gustavo Gimeno (1976) vuelve hoy a su ciudad natal consolidado como estrella internacional de la dirección de orquesta. «Rico y poderoso», como canta el protagonista de Los Gavilanes. Será en el Palau de la Música, junto a su Filarmónica de Luxemburgo -de la que es titular desde 2015- y con un programa enjundioso que incluye, además del Concierto para violín de Beethoven junto a la joven virtuosa noruega Vilde Frang, la Cuarta sinfonía de Mahler, una obra emblemática en el repertorio del director valenciano, quien recientemente ha publicado una de las grabaciones más logradas y emotivas de esta obra maestra. Como solista en el celestial movimiento final, actuará la soprano sueca Miah Persson, precisamente la misma que interviene en la referencial versión discográfica de Gimeno.

Sin fechas libres hasta 2021

El director valenciano recala en València apenas unas semanas después de haberse hecho público la firma de su contrato como nuevo director musical de la Sinfónica de Toronto, y cuando su agenda -sin fechas libres hasta 2021- se centra en los podios de las mejores orquestas internacionales. Apreciado y respetado por todos, para Daniel Barenboim, «Gustavo Gimeno es magnífico. He visto en mi vida directores de todos los colores, tamaños y niveles, pero es muy raro encontrar uno tan bueno, tan serio y tan musical». Tampoco Claudio Abbado o Mariss Jansons, de los que el director valenciano fue asistente y estrecho colaborador, escatimaron elogios y ditirambos a la hora de hablar de su talento musical y de su rigor artístico y vital. En la misma sintonía se ha mostrado la crítica internacional, que no se ha quedado rezagada y lo reconoció pronto y con inusitada unanimidad como «uno de maestros más sólidos y cualificados del siglo XXI».

Su imparable carrera ha sido una vertiginosa sucesión de éxitos y de debuts con las mejores orquestas y en las más prestigiosas salas de concierto de ambos lados del Atlántico y de Asia. En València aún se recuerda su última actuación en el Palau de la Música, hace ahora exactamente dos años -el 3 de noviembre de 2016- cuando se presentó al frente de la misma Filarmónica de Luxemburgo con la que lo hace hoy con una monumental versión de la Séptima sinfonía de Bruckner.

Tres años antes, en septiembre de 2013, se había presentado en el Palau de la Música al frente de la Orquesta de València en un concierto fuera de abono y cuando aún no había comenzado su gran carrera internacional. Lo hizo con una sobrecogedora versión de El pájaro de fuego de Stravinski y una dramatizada y vehemente obertura Leonora II de Beethoven. El Palau de la Música no supo entonces percatarse del genio que tenían en el podio y no aprovechó la gran ocasión de ofrecer la titularidad de la Orquesta de València entonces, cuando aún era factible.

En marzo de 2015 dirigió en el Palau de les Arts unas históricas representaciones de Norma con la diosa Mariella Devia como excepcional protagonista. Y al Palau de les Arts volverá el próximo 25 de mayo, también con música de Mahler, con su postrera Novena sinfonía, en lo que sin duda será uno de los grandes conciertos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, que podrá acaso retomar ese día el esplendor perdido de los tiempos de Maazel y Mehta. El futuro es difícil e imprevisible. La plagada agenda de Gimeno no ayuda a encontrar fechas que pudieran posibilitar una titularidad a corto o medio plazo en Les Arts. Mientras, en las próximas temporadas, dirigirá óperas tanto en el Teatro Real como en el Liceu de Barcelona.

València tiene que comenzar a trabajar a largo plazo, único modo de poder arrancar y cerrar fechas con los grandes artistas. El problema es que al poder político únicamente le interesan las operaciones a corto plazo, que son las que dan rédito electoral en su efímero protagonismo. Convendría dejar de pensar en fuegos de artificio y empeñarse en proyectos con más solera y fondo. Sólo así se podrá comenzar a aspirar a un artista como Gustavo Gimeno. Si no, València seguirá conviviendo con la rutinaria mediocridad de los de las agendas medio vacías.