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Tribuna

Toni Canet, pionero cabal, cineasta total

Fem foc o fugim?» Con esta frase y la sonrisa de complicidad que le era propia, Toni me colocó muchas veces ante el dilema de hacer frente o abandonar cuando se nos presentaba una encrucijada, -creativa, de producción o anímica-, mientras trabajábamos en la serie «Benifotrem» o en la película La camisa de la serpiente en los primeros años 90.

Encrucijadas, dilemas, dificultades, obstáculos. De esa materia estuvieron hechos los primeros pasos de un audiovisual valenciano que Toni encaró con la energía de quien está convencido de que le sobran las razones para hacer lo que hace. Sobre todo, para reclamar el derecho a crear, a hacer cine, cultura, desde unos referentes y para una comunidad en la que creía con tozudez admirable y, al mismo tiempo, con una tolerancia ilustrada que acogía a todo aquel que tuviera algo que aportar.

Toni fue un pionero del cine valenciano -y, a renglón seguido, del audiovisual valenciano- con el coraje de los que se entregan a una aventura cuyas posibilidades y límites están por definir. Un cine valenciano que, tras el underground de los 70, tuvo su primera incursión en el cine de distribución regular con Carles Mira y con Paco Romá. Toni escribió y dirigió en 1988 Amanece que no es poco. Y entró en el genérico «comedia mediterránea» una coincidencia sui generis con lo que en Madrid era la comedia urbana de Fernando Trueba o Fernando Colomo.

Aquel impulso inicial fue uno de los ingredientes que dieron legitimidad a la creación de Canal Nou, una televisión autonómica que tuvo que sortear todo tipo de zancadillas políticas para convertirse en realidad.

Con el empuje de un titán y su humor explosivo, Toni fue pionero, -con Carlos Pastor, Enrique Navarro y Pepe Cano y otros-, en vencer la resistencia de quienes menospreciaban la creatividad de los valencianos para hacer ficciones a la altura de las circunstancias. Tirando del universo referencial de Amanece como puedas, fue el artífice de la serie «Benifotrem» -uno de los programas más vistos y repuestos mientras estuvo en antena Canal 9- y de La camisa de la serpiente.

El gran momento de esplendor creativo le llegó cuando su gran amigo Carlos Cristos le invitó a participar en una aventura impresionante: filmar los últimos días de una persona sabedora de que su vida se agota y deseosa de transmitir el mensaje de que hay que aceptar la muerte con una naturalidad por encima de toda ilusión. Las alas de la vida, documental premiado por el festival de Valladolid, fue para Toni ocasión de hacer nuevamente de cineasta total (productor, escritor, director, distribuidor) y de utilizar el poder del cine para comunicar una verdad sencilla e irresistiblemente humana.

Cineasta total, Toni fue además, y hasta los últimos meses de una vida que se ha truncado a las puertas de una madurez sabia, uno de los artífices de la conciencia profesional de los directores de cine valenciano o cine hecho en València y con unos referentes de cultura propia, específica, con identidad. Sus intervenciones en asambleas, reuniones y encuentros «del sector» eran legendarias; su opinión era siempre de escucha obligatoria.

La llegada de la Muerte anula el dilema «Fem foc o fugim?». Pero Toni filmó tan de cerca ese momento ineludible que, estoy seguro, debía tener preparado el mejor plano para responder a un trance que no admite preguntas.

El audiovisual valenciano, que ahora está saliendo de la larga crisis de la última década, le debe una parte importante de su identidad, un mérito particular de quienes pueden afirmar haber sido pioneros, haber estado en los orígenes, haber ayudado a que algo haya nacido.

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