La del teatro valenciano es una historia de voluntad y de pasión para poder sobrevivir en condiciones poco favorables, una lucha constante para lograr la complicidad del público en un escenario minado por las prohibiciones, las dictaduras, los tropiezos económicos e incluso el desprecio a la cultura minoritaria.

Por eso no es de extrañar que, además de una reivindicación del teatro independiente, del que él ha sido uno de los máximos exponentes, el acto de entrega esta semana de la Portada del Mes al profesor y dramaturgo Manuel Molins llevase también a una reflexión sobre el presente y futuro de la «escena» valenciana, y una constatación de una eterna crisis en la que la gente del teatro y las instituciones van del corazón a sus asuntos.

El miércoles, a la sede del periódico Levante-EMV, acudieron con Manuel Molins compañeros del teatro y representantes institucionales con más afán de concordia y reconocimiento al dramaturgo premiado que otra cosa. De los primeros estaba el también dramaturgo Alfred Mayordomo, la actriz Empar Puig y Ximo Solano, actor, productor, director teatral y hasta hace poco presidente del Sindicat d'Actors i Actrius Professionals Valencians (AAPV). De los segundos estuvo el Director General del Institut Valencià de Cultura, Abel Guarinos, y la concejala de Cultura del Ayuntamiento de València, Glòria Tello.

La reproducción de la Portada del Mes se la entregó a Manuel Molins Lydia del Canto, directora del periódico. También participaron en el homenaje por parte del periódico el director de Relaciones Institucionales de Prensa Valenciana, Julio Monreal, y el jefe de Cultura, Joan Carles Martí, además del periodista, ex subdirector de Levante-EMV y gran aficionado al teatro, Jesús Civera.

La directora Lydia del Canto recordó que la entrega de la Portada del Mes no sólo supone un reconocimiento a un hecho en concreto -en su caso, el Premio de Honor de las Artes Escénicas de la Generalitat que Molins recibió el pasado 1 de octubre-, sino también a una «trayectoria vital» que, en el caso del dramaturgo de Alfara del Patriarca, ha sido fundamental para cimentar el teatro valenciano y no sólo el independiente o de vanguardia, del que Molins ha sido uno de los máximos representantes desde la fundación de aquel Grup 49 que tanto hizo por ampliar la base del teatro valenciano llevándolo desde el sainete a Beckett, Brecht o Müller.

Precisamente, en su discurso de agradecimiento - «para mí dar gracias no es una cuestión formal, sino algo absolutamente necesario», subrayó- Molins quiso reconocer a quienes participaron con él en aquel «teatre independent» valenciano (mencionó expresamente a su amigo y promotor cultural Toni Peix o a Rodolf Sirera y Juli Leal) que supuso «un antes y un después» desde los inicios en los siglos XV o XVI. «Es cierto que estuvo el sainete, que yo reivindico, o Martí Domínguez, que tenía un par de cosas muy interesantes y con textos bellísimos aunque fuese teatro cristiano. O Juan Alfonso Gil Alborch. Nosotros reivindicábamos todo eso pero cuando llegamos abrimos una serie de perspectivas y por eso el teatro independiente ha sido importante».

Señaló que la principal diferencia entre su generación y las actuales es que «nosotros teníamos pasión por saber lo que había pasado, saber de dónde veníamos. Ahora todo es muy posmoderno y, sobre todo, muy líquido, donde el problema son los contenidos. Este momento líquido se prolonga demasiado en el tiempo y, además, se está extendiendo por muchos caminos». El dramaturgo -cuya adaptación de El árbol de las cerezas se representa actualmente en El Micalet- también reivindicó la cultura como una «necesidad humana» por encima de la actividad cultural.

A continuación, la concejala Gloria Tello intervino para recordar una «reflexión brillante» de Molins que le había marcado: «hay que pasar de la cultura del autoodio a la de la autoestima». Entonces Molins advirtió que el teatro valenciano en particular, y la sociedad valenciana en general, siguen siendo víctimas del «fenómeno del autoodio» que lleva a que, por ejemplo, la mayoría de las obras que se siguen representando en València se hagan en castellano. Por ello, Molins propuso ante el director del IVC que «el Rialto se convierta en el foco del teatro valenciano».

La conversación derivó entonces a un análisis no demasiado optimista del panorama teatral valenciano. Ximo Solano indicó que la única forma para que la sociedad valenciana se sienta orgullosa de su teatro las producciones tienen que estar a la altura, y para eso hace falta una industria fuerte que ahora no existe. «Decir que estamos mejor que hace unos años es una trampa -advirtió Solano-. Pasan cosas buenas, pero no estamos mejor». «El público no va a responder de un día para otro», se defendió Guarinos.

Molins recogió el guante para señalar ejemplos de cómo desde la independencia se había creado una industrial fortísima, como el del festival de Avignon. «Aquí pasan más cosas buenas que antes -aceptó-, pero la gente necesita un producto de calidad, y tanto como el producto, importa cómo lo promociones. Y en este sentido, el Micalet está haciendo mejor programación que el teatro público». «El problema -concluyó el autor- es la educación y que no sabemos lo que queremos».