Cada día Huang Yung-Fu recibe a los visitantes de su aldea, Taichung, en el centro de Taiwán, dándoles la bienvenida. Lo hace con las manos y los zapatos salpicados de pintura, restos del trabajo artístico diario que lleva años realizando para que el gobierno no destruya su hogar.

A sus 96 años, este ex soldado todavía se levanta a las 3 de la mañana todos los días para pasarse cuatro horas pintando las paredes de las casas con coloridos colores y pintorescas figuras. Tiempo atrás, en el distrito de Nantun, Taichung, era una aldea próspera con más de 1.200 casas, la mayoría de ellas de ex soldados de la guerra a quienes el gobierno había cedido su usufructo de manera temporal.

Con el paso de los años, la mayoría de los soldados se fueron yendo y las tierras comenzaron a llegar a manos de los promotores. Algunas personas, como Huang Yung-Fu se negaron a abandonar su hogar y quisieron establecerse en la aldea que ya consideraban su hogar. Poco a poco el número de aldeanos se redujo drásticamente y solo 11 casas quedaron en pie en el pueblo.

Un buen día, a Huang Yung se le ocurrió matar el aburrimiento de su soledad pintando su casa. Comenzó por dentro, pero pronto el especio se le empezó a quedar pequeño y trabajó también en las paredes exteriores decorándolas con llamativos y variopintos colores y figuras.

De su casa pasó a otras, que ya estaban vacías, dejando volar su imaginación y descubriendo lo que para él era una faceta nueva: la de artista. No pasó mucho tiempo hasta que el trabajo del anciano se hiciera popular, convirtiendo a su pueblo en una de las atracciones turísticas más visitadas de la zona.

Gracias a ello, el ahora conocido como 'Abuelo Arcoíris' ha logrado mantener a salvo su pueblo y su hogar de las intenciones del gobierno de arrasar con todo. A él le encanta su trabajo y dice que, aunque requiere de mucha energía, lo seguirá haciendo aún cuando tenga 100 años.