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'Por qué odiar los 80'

València, reserva espiritual de la 'movida'

El periodista Víctor Lenore arremete en su último ensayo contra los mitificados años 80 e incluye a Calatrava, De Felipe o Huerta como ejemplos de su pervivencia

València, reserva espiritual de la 'movida'

En el año 2014 Víctor Lenore publicó Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural (Capitán Swing), un ensayo en el que este antiguo redactor de Rockdelux y prescriptor de lo alternativo atizaba con la furia del converso el elitismo, vacuidad e intereses que existían delante, detrás y alrededor de la industria musical independiente de los años 90.

Ahora, y a través de la editorial Akal, Lenore ha publicado Espectros de la movida. Por qué odiar los años 80, una especie de precuela de aquel libro que le granjeó tantos parabienes como odios, un ensayo con el que el periodista soriano quiere demostrar algo así como que, desde hace casi cuatro décadas, el pop y todo lo que le rodea supone, gracias a los manejos del poder, un frenazo para la movilización social en España. A cambio de una modernidad de apariencia transgresora y de la fiesta controlada por las élites, muchos jóvenes (y no tan jóvenes) han abandonado cualquier capacidad de reivindicar algo en las calles.

«Estos libros los hago porque me pregunto por qué es tan insatisfactoria para mí la cultura en la que me metí -explica Lenore en declaraciones a este periódico-. Es divertido, tengo los pases a todos los festivales, me llaman de las revistas? Pero no me lo acabo de pasar bien. Nos vendieron una idea de modernidad como consumismo y distinción que es una estafa, un 'yo uso la cultura para demostrar que soy mejor que los demás'. Si para ti la idea de modernidad es consumir mucho y estar pendiente de las tendencias hay que ser muy idiota para que te satisfaga...».

Espectros de la movida es, ante todo, una contracrónica de la efusión pop que desde Madrid afectó por aspersión a una España con mucha prisa por equipararse a Europa aceptando sin pensárselo demasiado, y mientras se votaba al PSOE, las consignas del liberalismo. A base de alguna experiencia propia pero, sobre todo, de decenas de visiones y pensamientos ajenos que utiliza de forma afilada, Lenore irrumpe contra la imagen mitificada de aquellos años 80 que desde hace un tiempo se empeñan en transmitir los medios de comunicación y algunos de sus supervivientes. «La movida como mito, como estafa y sobre todo como cortina de humo», resume el músico valenciano Ricardo Moreno, Nega, en la contraportada del libro de Lenore.

Y sí, aunque Madrid, con sus bandas, sus artistas, sus galeristas, sus periodistas, sus cineastas y sus políticos, es el escenario principal de Espectros de la movida, de repente, cuando el ensayo va llegando a su fin y el autor hace referencia a las «secuelas» de todo aquello, aparece València. Y no de la mejor forma.

«Resulta asombrosa la capacidad de seducción posmoderna. Las inercias culturales de los ochenta son recogidas de manera natural por los neoliberales de los noventa en España. Igual que el PSOE se alió con músicos, directores de cine o artistas plásticos, el Partido Popular lo hizo -entre otros- con el arquitecto Santiago Calatrava», «el profesional español con un historial más denso de sobrecostes, chapuzas técnicas y ombliguismo», en descripción de Lenore. Según el periodista, como los socialistas fomentando la «creatividad» en los 80, los populares en la València de los 90 y después siguieron la «estrategia ganadora del sistema» al entregar un «cheque en blanco a la creatividad moderna, impactante y ajena a conflictos».

Pero Calatrava no es el único valenciano cuya relación con el poder ejemplifica la pervivencia hasta ahora de los males de la «movida». «Resulta increíble la frecuencia con la que abres las páginas de cualquier sección de Cultura y se repiten las idas de olla típicas de los 80», escribe, para a continuación ejemplificar la afirmación con tres historias: la de la «celebridad para todo» Mario Vaquerizo, la de la «inefable creadora» Amy Martin y la de Antonio de Felipe.

«De Felipe es un artista pop de estirpe warlohiana que destaca por el morro que echa en su trabajo -explica Lenore sobre el pintor valenciano-. Su fama creció en la era dorada del PP valenciano y cuenta al político del PP Francisco Camps entre sus principales admiradores». El periodista reproduce seguidamente una descripción que Consuelo Císcar, ex directora del IVAM «y una de sus principales valedoras», hace de De Felipe: «Se arrima al poder todo lo que puede y durante los años del pelotazo inmobiliario se beneficio de la jet valenciana cercana al PP».

Lenore recuerda como el pintor de «iconos pop» como Tintín, La Vaca que Ríe o el estuche de lápices Alpino, vendía «a precio de oro» (40.000 euros de medio el cuadro de dos por dos metros) sus piezas a «ricos despistados y administraciones públicas necesitadas de un toque de frescura pop». «Pocos artistas representan mejor la apuesta insípida, mecánica y comercial de la movida», concluye Lenore.

«En la Comunitat Valenciana se ve muy bien el triunfo y la pervivencia de las dinámicas de la movida -resumía esta semana Víctor Lenore en conversación telefónica con este periódico-. Mucha gente habla del libro como una crónica del pasado cuando es un libro sobre el presente, sobre como esa lógica llega aquí, y eso en València se ve muy bien».

La alternativa valenciana

Pero frente a esta visión negativa de esta de «movida 2.0» a la valenciana -en la que Lenore incluye también al efímero ministro Maxim Huerta que, al proclamar el día de su nombramiento que la «cultura no ha de tener bandos», el autor pone como ejemplo de «despolitización» heredada de los 80-, Lenore defendía esta semana el valor social de la nuestra propia «movida» ochentera. «La ruta es bastante más aprovechable que la 'movida' porque no tenía ese snobismo -justificaba Lenore a Levante-EMV-. La movida fue una camarilla de estrellitas que tenían siempre la tele a su disposición. La ruta fue mucho más horizontal y popular. Fue el hedonismo para los chavales de abajo. Y se apuntaba mucha gente de pueblo, del medio rural, y encajaba sin problemas. Madrid éramos un circulito cerrado, y lo de València era mucho más abierto y más fértil».

Aún así, Lenore acepta que, al final, «dedicar todo tu ocio al hedonismo», algo que ocurrió tanto en el Madrid de los 80 como en la València rutera de los 90, «acaba siendo desmovilizador. «Pero hay algo que explica el valenciano Vicente Pizcueta, que es licenciado en filosofía y que trabajó en aquellas discotecas. En el franquismo -concluye el autor de Espectros de la movida- la diversión nocturna estaba vedada a las élites. Frente al elitismo de los 80 en Madrid, en València a un chaval que trabajaba en la construcción se le abrieron de repente un estilo de vida al que hasta entonces no podía llegar. Eso fue absolutamente democratizador».

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