Cada año, cientos de miles de personas visitan la Catedral de València. Lo hacen atraídas por su belleza, su historia y su relevancia patrimonial en lo arquitectónico, musical o documental. Estas facetas son precisamente algunas de las que destaca el libro La Catedral de Valencia. Historia, cultura y patrimonio, editado por la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de València y que la institución presenta el próximo miércoles en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés.

Se trata de un extenso volumen, de 447 páginas y 240 imágenes, en el que han participado una docena de relevantes nombres de la investigación y conocedores de la historia de la seo valenciana. Esta obra, avanzan desde la Academia, muestra «la Catedral de València como no la has visto nunca».

Arturo Zaragozá, arquitecto e historiador del arte, recuerda el papel que las catedrales tuvieron en la Edad media como escuela de artes. Y la de València no fue una excepción. «Los talleres de escultura en la Catedral de València estuvieron presentes desde el primer momento». Entre estos, destaca el también académico, están el de la portada del Palau o del obispo Albalat, y el de la portada de los apóstoles o del obispo Gató. Explica en este sentido que la seo valenciana empieza a convertirse en una «auténtica» escuela de artes en los años 40 del siglo XV y destaca su «excelencia artística» que propició la sucesión de «grandes maestros» como Antoni Dalmau, Francesc Baldomar y Pere Compte. «Dio lugar al periodo de mayor interés artístico y a la más amplia proyección de la arquitectura valenciana», aplaude Zaragozá.

También, la profesora de Historia del Arte en la Universitat de València Mercedes Gómez-Ferrer incide en el valor arquitectónico de la Catedral y en artes figurativas. Desataca las «transformaciones que cambiaron su fisionomía» durante los siglos XVI y XVII, ante la mentalidad de un cabildo «proclive a aceptar sin reservas los cambios estéticos que se iban produciendo a lo largo de la historia», explica. La historiadora destaca ejemplos como el retablo de plata del presbiterio, hoy perdido tras la guerra de la Independencia; el órgano diseñado por Yáñez; la capilla de la Resurrección; la Obra Nova o Lonja de los Canónigos (desde donde se contemplaban los ajusticiamientos que tenían lugar en la plaza); las renovaciones del coro y las portadas medievales, puerta de los Apóstoles y del Palau, que se abrieron para que la multitud pudiera asistir a la boda de Felipe III y Margarita de Austria. Gómez-Ferrer apunta, además, a la renovación del presbiterio como «resumen del conjunto» de la Catedral: «un continuo tejer y destejer de intervenciones, en las que siempre primó la calidad de materiales, maestros o novedades de cada época».

El historiador y museólogo Miguel Ángel Catalá completa la visión a partir del espíritu de la Contrarreforma y arte Barroco. «Tanto se modificaría la Catedral que bien podría hablarse de una auténtica transformación en clave barroca». Señala, al respecto, la «riquísima» ornamentación de la capilla Mayor, «considerada como una de las más importantes de cuantas se efectuaron en España durante esa época». Encargos, adquisiciones o donaciones de pinturas, imágenes y piezas de ajuar litúrgico de entonces «enriquecen el patrimonio histórico-cultural de nuestra Catedral», sostiene Catalá, quien, además, incide en la restauración del antiguo órgano y la constitución de la capilla de ministrers.

La obra que publica la Real Academia de Bellas Artes no olvida, así, el aspecto musical y la relevancia que en este campo que tuvo la Catedral de València, tal como recogen los escritos de José Climent, que fue canónigo prefecto de Música Sacra y que falleció en 2017. «La capilla musical de la Catedral y la del Real Colegio de Corpus Christi son sin duda las dos instituciones de música sacra más importantes de la Comunitat Valenciana», recoge en la obra. «Prueba de ello -continúa- es el importante archivo conservado: códices con notación musical, entre los que destacan las llamadas epístolas farcidas de Navidad y de San Esteban del siglo XIV, los cantorales y las miles de partituras, que constituyen un auténtico tesoro musical; así como la impresionante nomina de maestros de capilla y organistas que pasaron por la sede valentina desde la época medieval hasta la actualidad». «La Catedral es pionera y desarrolladora de la música valenciana. No se puede entender una Catedral sin música. Las catedrales fueron creadas para orar y rezar con solemnidad», dejó escrito Climent.

Pero el mapa sonoro de la Catedral de València pasa inexorablemente por el tañido de sus campanas. El antropólogo y campanero Francesc Llop apunta que «durante siglos, las campanas de la Catedral de València han marcado el ritmo de la ciudad». Y, aunque el Micalet se lleve toda la fama, recuerda Llop que «la Catedral tuvo una torre románica, ubicada en la calle de la Barchilla, donde por cierto el Cabildo instaló el primer reloj mecánico de todas las Españas, hacia 1370». «Hasta finales del XIX los toques de la Catedral marcaban el ciclo diario», señala. «La gente sabía interpretar los toques diarios, y sobre todo que el sonido de las campanas de la Catedral alcanzaba toda la ciudad». Ahora -añade- el modo de vida, «mucho más ruidoso, nos impide escuchar esas antiguas campanas, que dejaban a los despistados a la luna de València», concluye.

Archivo histórico

Pero toda esa riqueza arquitectónica, artística y musical no hubiera llegado a la actualidad -al menos, no tan estudiada- sin un cuidado rastro documental. Juan Ignacio Pérez Giménez y Vicente Pons Alós, del Archivo Catedral de València, apuntan que «nada sabríamos de las pinturas renacentistas de la bóveda del presbiterio si no fuera por los documentos conservados en el archivo, el contrato con los pintores italianos San Leocadio y Pagano (1472), venidos a València formando parte del séquito del cardenal arzobispo de València y nuncio: Rodrigo de Borja». Los números avalan la opinión de estos expertos. El Archivo-Biblioteca de la Catedral de València destaca por la antigüedad de sus fondos (desde la conquista cristiana de 1238, pero con documentación desde el siglo XI), por su volumen (8.930 pergaminos, 9.835 legajos, 428 manuscritos, 119 incunables y un biblioteca auxiliar de 10.000 obras) o por su diversidad temática y de ámbitos geográficos. No menos importancia -añaden Pérez y Pons- tiene la Biblioteca catedralicia con 400 códices desde el siglo XII, misales ingleses del XV, el manuscrito más antiguo de los Furs de València o 22 manuscritos bíblicos de la biblioteca de los papas de Aviñón, trasladados por el Papa Luna a Peñíscola y adquiridos por la seo valenciana. No olvidan tampoco que forma parte de ella la Biblia personal con notas autógrafas de San Vicente Ferrer, códice del siglo XIII procedente de un scriptorium de París.

Con todo esto, la obra que ahora publica la Real Academia de San Carlos bien podría sustentarse sobre uno de los lemas de la Comisión de Bienes Culturales de la Iglesia que recuerdan Pons y Pérez: «Conservar no es ocultar».