Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Despedida de los ruedos

El último abordaje del «Pirata»

El diestro jerezano lleva treinta y nueve cornadas en el cuerpo, siete de las cuales lo mantuvieron entre la vida y la muerte

El último abordaje del «Pirata»

Juan José Padilla (Jerez de la Frontera, 1973) surcará el albero por última vez esta tarde en La Monumental de México. Atrás quedan veinticinco años de lucha sin cuartel, de derrotas y triunfos, en las plazas más importantes del orbe taurino. Las bodas de plata del «novio de la muerte», de un legionario vestido de luces. «El ciclón de Jerez» se ha fogueado en las batallas más duras, con los enemigos más despiadados, que le infirieron treinta y nueve cornadas; alguna como la de Huesca, en la que un toro le reventó el duodeno; o aquella de Pamplona, en la que un miura le atravesó el cuello y que, lejos de amilanarle, le han hecho más fuerte.

Cada uno de los treinta nueve golpes recibidos han forjado la leyenda del torero indestructible, que es capaz de aguantarle la mirada a la parca, agarrarle por el pescuezo y escupirle en la cara. Solo él sabe a qué precio. Si un osado y jovencísimo Max von Sydow fue capaz de retar a la muerte a jugar una partida de ajedrez en la famosa película de Ingmar Bergman a fin de aplazar lo inevitable, este quijote andaluz no iba a ser menos. Fiel a su estilo -que es lo último que pierde un español antes de entregar el alma- le ha dado una patada al tablero de la vida y ha aplazado el juego «sine die».

Si hay una fecha en la que la de la guadaña se vio reflejada en su propio espejo y huyó despavorida fue el 7 de octubre de 2011. El escenario, el coso de La Misericordia de Zaragoza. El toro «Marqués» de la ganadería de Ana Romero le metió el pitón por debajo de mandíbula y se lo sacó por el ojo. Instantes agónicos en los que el torero, camino de la enfermería, parecía definitivamente vencido aunque se empeñara torpemente en aferrarse a la vida. De repente, la aparición del doctor Val-Carreres, cirujano de la plaza, que logra salvarle la vida. Juan, que había caído siete veces, supo levantarse una octava, que -a la postre- ha sido la más importante. Si milagroso fue que volviera a hacer vida normal tras superar su paso por la UCI, su regreso a los ruedos fue el triunfo definitivo de una voluntad de hierro por la que se negó a quedarse encerrado en casa, rumiando su desgracia.

Un parche en el ojo que le arrancó el destino y una bandera negra con una calavera y dos tibias cruzadas estampadas en blanco como signo de victoria han sido su santo y seña durante estas últimas temporadas. Había muerto «el ciclón de Jerez», sí, pero había nacido el «pirata»; ese hombre inconformista que paseaba su maltrecha condición con orgullo por las ferias como ejemplo de superación para la mayoría y de escarnio para la minoría que concibe al hombre como un subproducto de la naturaleza, una especie de monstruo depredador al que habría que reducir a la mínima expresión antes de acabar definitivamente con él, y que -en su desesperación- han exhibido su burla como el único y triste botín de su derrota.

Como contrapartida, Padilla ha sido capaz de sacar fuerzas de donde otros solo encuentran odio y se ha sobrepuesto a su destino durante quinientas tardes más. Cinco meses después de la brutal cogida de Zaragoza, volvió a enfundarse el traje de luces en la localidad extremeña de Olivenza, el 4 de marzo de 2012, de la que salió a hombros de sus compañeros (Juli, Talavante, Antonio Barrera, Francisco Rivera, Ambel Posada y Serafín Marín) y de banderilleros, gentes del toro y admiradores del renacido héroe.

A partir de entonces, seis temporadas consecutivas en la que ha cumplido uno de sus sueños: abrir la Puerta del Príncipe en 2016 y en la que tampoco se le han ahorrado sufrimientos. con dos cornadas más que añadir a su largo historial de percances sufridos desde que tomara la alternativa en la plaza de toros de Algeciras el 18 de junio de 1994; una de ellas tuvo lugar en el coso de Monleón durante la Feria de Fallas de 2017. Un toro de Fuenteymbro le infirió dos cornadas -una en el muslo y otra en el pecho- de las que se recuperó en La Salud y que ha sido el último ejemplo de un diestro que ha sido el santo y seña de una lucha que termina esta tarde en La México.

Compartir el artículo

stats