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Entrevista

Enric Benavent: "El talento es necesario, pero viene después del oficio"

«Es demencial esa política del Principal para los de fuera, y el Rialto para los valencianos»

Enric Benavent: "El talento es necesario, pero viene después del oficio"

Hoy es la última representación de «Faust», donde Enric Benavent ha vuelto a un escenario de València. La adaptación de Jaume Policarpo es su función 55 ó 56. En febrero rodó «La banda» y lo vemos en la serie «Vergüenza». Es uno de los mejores actores valencianos.

Cuando estaba trabajando en el María Guerrero tuvo una crisis de vocación. Fue a finales de los ochenta, iba a cumplir los treinta, escribió un libro, cayó en manos de Fernando Savater, y empezó a colaborar en suplementos literarios, incluido Posdata de Levante-EMV. Ha trabajado con los grandes actores del siglo XX, José María Rodero, Carlos Lucena, Pedro del Río...

P ¿Satisfecho con «Faust»?

R No soy un actor de ideas fijas en personajes, pero es muy difícil la adaptación de Fausto. Cuando me lo ofreció Jaume [Policarpo] me pareció magnífica.

P ¿Aceptó a la primera?

R Tuve algunas dudas, pero me convenció el texto. Es un personaje donde tiene su precio transitar con él.

P ¿La primera vez que hace una obra mixta con marionetas?

R Sí, nunca lo había hecho.

P ¿Qué tal la experiencia?

R Es extraña.

P ¿Cuesta más?

R Las marionetas tienen un ritmo escénico muy diferente al de los actores. Son más lentas. Hacen un gesto, hablan, son tremendamente expresivas.

P ¿Cómo eran los ensayos?

R Sabíamos que iba a exigirnos mucho. Estoy preparando el papel desde agosto. Tengo la sensación de que no volveré a hacer Faust y tenía la obsesión de prepararlo de la mejor manera posible, como siempre, pero de una manera especial.

P ¿A quién vendería su alma?

R A nadie. Me parece que la vendemos muy barata.

P ¿Estamos más baratos que hace unos años?

R Creo que sí. La sociedad, en general, se exige menos que hace quince o veinte años.

P ¿También está más barato el sector?

R ¿En València?

P En general.

R Sí, está más barato.

P ¿Un actor debe hacer teatro, cine y series para sobrevivir?

R Eso es la vida del actor, siempre ha sido así. En los 90, los actores de «Los Serrano» o «El comisario» tenían unos sueldos que ahora no los podemos ni soñar.

P ¿Y después de la crisis?

R Siguen sin comparación de lo que se cobraba entonces.

P Se fue a Madrid y no le ha ido mal.

R Este año he trabajado en dos o tres series. Las cosas están muy bien en Madrid. València no tiene nada que ver. Las series dan mucha vida a la profesión. Se hace cine, en peores condiciones, y las series que se hacen mejor son las de plataformas como Netflix.

P ¿Y el teatro?

R En Madrid hubo una especie de euforia teatral en 2005, que duró siete años, que fue magnífica, con el Abadia, el María Guerrero o el Español, pero luego no se ha mantenido porque ha cambiado el gusto y las modas, aunque Madrid tiene una gran vida teatral.

P ¿Barcelona se ha perdido?

R Está «out». Barcelona tiene más talento que pastel a repartir.

P ¿Qué le pareció la polémica del Lliure?

R Ahí no soy objetivo. He trabajado muchas veces en el Lliure, vi ese montaje espléndido, y no entendí nada de lo que pasó.

P Aunque va y vuelve, ¿cómo está València?

R Balbucea. La agresión fue tan fuerte, que aunque el talento siempre sobrevive, el oficio no. Se ha vivido con proyectos pequeños, escritos por el mismo autor, representado en salas pequeñas...

P ¿Quiere decir amateur?

R No puede ser de otra manera, porque para sobrevivir debes estar en cuatro montajes. Un problema que veo en los actores jóvenes, también en Madrid, es que han crecido tanto en el audiovisual, que tiene mucha facilidad para decir las cosas -a la italiana que decimos en el teatro-, sin intención, pero pasan por encima del texto como si resbalaran, sin entrar. El talento es necesario, pero viene después del oficio.

P ¿El fenómeno «Off» es bueno o malo?

R Son obras banales, para que no molesten. Desde que he vuelto he visto dos señales. Una, lo que hacen los hermanos Fayos en el Talía, teatro comercial del que ha triunfando en Madrid, Barcelona, Paris durante veinte años, como La cena de los idiotas. Eso quiere decir oficio.

P ¿La otra?

R Después de mucho tiempo, el repertorio empieza a sonar bien. Como hizo Jack Lang en Francia en los años ochenta, teatros públicos en cada ciudad, siempre partiendo del repertorio.

P ¿Los teatros privados están haciendo apuestas más arriesgadas que los públicos?

R No tiene sentido que un montaje como el Mundo obrero se represente en el Principal y Faust en el Rialto. Cosas demenciales que responde a esa política del Principal para los de fuera, y el Rialto para los valencianos.

P ¿Qué le parece la moda de los musicales?

R Es un género con una política curiosa para bailarines y actores, porque han desaparecido las estrellas. No se subraya a los actores.

P Espectáculos con mucho recorrido en cartelera.

R Admiro mucho a los del musical.

P ¿Dónde está más a gusto?

R Ahora mismo en cualquier sitio. Hay una cosa impepinable, el escenario me da vida, también me la quita, pero la sensación del escenario, y más ahora, no se puede traducir. Ante la cámara sabes que luego será manipulado por el director y el montador. En el escenario hay momentos de plenitud. Los papeles del actor en el teatro son mucho más gratificantes.

P Policarpo pensó en usted para «Faust».

R Vino a casa a Madrid y dijo que haríamos alguna cosa; yo pensaba en alguna coseta, él, yo y dos marionetas, y de repente sale esto y me quedé muy sorprendido.

P Lo último donde le hemos visto es en «Vergüenza».¿Que ha hecho después ?

R La segunda parte de «Vergüenza», salgo en un especial, muy Cavestany, en una cena de Nochebuena que es de vergüenza.

P ¿Ha hecho algo para À Punt?

R Una serie que está a punto de estrenarse, «La Forastera», dirigida por Óscar Bernácer, una comedia sentimental, donde todos son parejas menos yo. Una historia de nueve capítulos que se ha rodado en Segart.

P ¿Continúa escribiendo?

R De vez en cuando. Cometí el error de querer ser escritor profesional, entonces me obligué a hacer cosas... Luego salió la historia del doblaje, alguna cosa para televisión, hasta que en el 98, Marc Recha me insistió en El arbre de les sireres, y desde entonces continúa sin parar.

P ¿Optimista o pesimista?

R Realista. No he ido a ninguna escuela de teatro. El único trabajo asegurado que tengo es de conductor de metro en Barcelona, donde me saque el carné mientras hacía la mili.

P Después de tantos escenarios y carretera, el reconocimientos viene por la tele.

R Hice Atchússs! porque salía en «Puente Viejo». Ahora un montaje comercial en Madrid no funciona sino pones a alguien que salga en la tele. «Puente Viejo» en Italia es un boom, salgo en barajas de cartas, en calendarios... La fama no es sustancial, es circunstancial.

P Sin embargo atrae a las nuevas generaciones.

R Está profesión tiene un atractivo tremendo para la juventud. A Madrid llegarán setenta jóvenes al día para ser actor, pero un 99% se queda en el camino. El nivel de exigencia es muy alto en el teatro.

P ¿Y en el cine y la televisión?

R Ponen las estrellas para atraer al público, y a los actores para que no se vayan, como dice un amigo.

P ¿Cuál es su actor fetiche?

R Quedé muy subyugado con Yelma de Nuria Espert. En aquel momento vi en Londres el Summer Magic de Peter Brown y eso me hizo hacer teatro. No he sido muy de mitos, pero a veces hay actores que me crean curiosidad, como Veronica Cartwright que hacia de secundaria en Allien, entonces si que trato de ver todo lo que hace.

P ¿Cuándo está en el cine está pendiente de cómo se ha rodado?

R Soy buen espectador pues conservo cierta inocencia. Eso sí, no me gusta ir a los estrenos porque quiero que salga todo bien. Pero cuando estás rodando una serie es inevitable estar pendiente.

P ¿Qué dice cuando le preguntan qué hay hacer para ser un buen actor?

R Que se matriculen en una escuela, que se preparen mucho en todos los niveles, pero sobre todo para entender los textos.

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