Cuando hace ya bastantes años alguien se enteró de que el compositor tarraconense Joan Guinjoan (Riudoms, 1931) tenía un cáncer, «¡otro!», no pudo evitar el comentario «¡Pobre cáncer!». Tal era la robustez del compositor Joan Guinjoan, que aguantó durante décadas con su frágil salud de hierro. Finalmente, la enfermedad se lo ha llevado el primer día de este nuevo año. Guinjoan no era solo un compositor de primer orden, a la cabeza de la música catalana y española de su difícil generación: fue también un sobresaliente pianista y un competente director de su propia música. Y un ilustrado dinamizador musical, un maestro excepcional y, sobre todo, dueño de una personalidad entrañable, cultivada, afectuosa y cargada siempre de un fino humor que tenía que ver mucho con su origen mediterráneo y catalán.

Frente a los compositores aledaños al círculo de la escuela madrileña, como Cristóbal Halffter, Carmelo Bernaola, Luis de Pablo o Antón García Abril -todos rondaban la misma edad, nacidos en torno a 1930-, Joan Guinjoan miró siempre, como Mompou o Montsalvatge, a Barcelona y a su querida Francia, donde estudió en París, en la École Normale de Musique, y llegó a debutar como pianista de concierto en la célebre Salle Cortot. Poseedor de todos los premios y reconocimientos habidos y por haber, su figura resulta imprescindible para comprender la música española y catalana de la segunda mitad del siglo XX, de la que es, sin duda, uno de sus más insignes y felices representantes.

Su condición de virtuoso pianista hace especialmente relevante su imprescindible creación para teclado, en la que figuran algunas de las composiciones más relevantes compuestas en España en las últimas décadas, como Divagant, estrenada por el gran Rafael Orozco en el Palau de la Música Catalana en 1978, Concierto para piano y orquesta de cámara (1963), o el concierto para piano y orquesta sinfónica que estrena en 1983 en las manos solistas de Eulàlia Solé, y que años después, en 2000, decide dedicar «In memoriam Ernest Lluch», tras el asesinato del político e historiador barcelonés por miembros de la ETA. Pendiente queda su última e inédita obra para piano, La llum naixent, que estrenará con carácter póstumo el pianista Javier Perianes el próximo 26 de marzo en Barcelona.

Singular relevancia en el centenar largo de obras que componen su selecto catálogo tiene la ópera Gaudí, estrenada en el Liceu de Barcelona en noviembre de 2004, dirigida por Josep Pons y dedicada a su esposa y compañera de vida Monique Gispert. «Su muerte», ha escrito el compositor José María Sánchez Verdú, «deja un triste vacio. Nunca dejaré de admirar su obra, sobre todo la dedicada a su instrumento, el piano: un legado de una frescura, sutilidad y belleza impresionantes». «La suya», prosigue Sánchez Verdú, «era una gran mirada cultural catalana y de su Mediterráneo hacia el resto de España y hacia el mundo, con Francia en el primer lugar de su corazón. ¡Y Schönberg!, tan admirado por él».