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Otro Palau para Coll

Obras de Coll, Mozart y Walton

Palau de la música

Orquesta de València. Solistas: Enrique Artiga, clarinete; María Rubio, trompa; Juan Sapiña, fagot y Roberto Turlo, oboe. Director: Alexander Shelley

Resulta comprometido aventurar una impresión inmediata sobre una obra musical en tan solo una audición. Y más cuando se trata de un trabajo contemporáneo que maneja materiales e ideas surgidos de la inquietud - y el talento- de un joven compositor totalmente involucrado en el momento estético que le ha tocado vivir. Francisco Coll (Quart de Poblet, 1985) escribió Mural, para gran orquesta, como encargo de la Filarmónica de Luxemburgo, de la Joven Orquesta de Gran Bretaña y del Palau de les Arts. Fue escrita entre 2013 y 2015, con una duración aproximada de 25´, si bien en las redes sociales circula otra versión mucho más reducida.

Con una OV ambiciosa y reforzada, el autor emplea toda suerte de instrumentos de percusión (campanas, crótalos, tam-tam, platillos, triángulos, timbales dobles, bongo, gongs, güiro, bowls tibetanos, tambores, etc.), -defendida 7 aguerridos solistas), mas piano, arpa, y una copiosa sección de metales y maderas y, por supuesto, un rebosante conjunto de cuerdas. Coll destaca por las sonoridades obtenidas y los diferentes juegos tímbricos de cada una de las 5 secciones de la obra, sabe crear atmósferas envolventes y momentos de recogimiento, resultado de su capacidad y talento, y para ello contó con la clara y precisa destreza del maestro inglés Alexander Shelley (Londres, 1979), experto en pentagramas contemporáneos de Morlock, Phibbs o Sokolovic sin olvidar a clásicos del siglo pasado como Ravel, Stravinsky o Falla. Parco aunque preciso y nítido en sus indicaciones -pero sin los aspavientos de algunos-, el maestro Shelley trabajó a conciencia con la OV (que realmente puso toda la solfa en el asador) para ofrecer esta primera audición en el Palau de la Música, ya que el estreno valenciano tuvo lugar en el Palau de les Arts. El público recibió la obra con efusivos aplausos y el autor subió al escenario a saludar.

Muy apropiada la política de dar oportunidad a los primeros solistas de la OV para tener su momento de oro. En esta ocasión (no ha sido la primera), la Sinfonía concertante Kv.297, de Mozart fue el vehículo para que el oboe «genuflexo» y danzante de Turlo, la trompa de noble sonido de Rubio, el inquieto fagot de Sapiña y el volátil y afinado clarinete de Artiga mostraran su experiencia y confirmaran esa bien ganada posición en sus atriles. Shelley controló la orquesta conduciéndola por delicados momentos camerísticos y la cuerda vaporizó un sonido muy agradecido.

Cuesta creer que en los 70 años de la orquesta y con las docenas de maestros que han subido a sus atriles, nunca se hubiera dado la 1ª sinfonía en si b menor, de William Walton, pieza cumbre el sinfonismo inglés del siglo XX. Es obra de repertorio del maestro Shelley pero, quizá, director y orquesta, hubieran necesitado más ensayos con el fin de sumergirse a fondo en la inquietante sonoridad de la obra y compensar el enorme esfuerzo de nuestros músicos. Con todo, fue una versión cargada de tensiones, lirismo y pathos y así lo entendió el público valenciano. Con gran ovación a la OV y al maestro en su debut valenciano.

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