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Crítica musical

Bravo, maestros

Bravo, maestros

Existen momentos donde, además de la actuación del artista, brota una chispa mágica que hace de la ocasión algo único. Y así sucedió con la enésima presentación del gran violinista checo Ivan Zenaty (República Checa, 1962), más que conocido, familiar, de los socios de la SFV. Desde el primer golpe de arco, su sonido biselado recorrió la sala embelesando al público por su intensidad expresiva gracias a una técnica que le permitió conseguir un clímax lleno de juegos dinámicos tan admirables como sorprendentes. El maestro checo, en plena madurez de su carrera, es un músico de raza y por eso su regreso al primer Palau valenciano estuvo más que justificado.

Desde sus Imágenes de cuentos de hadas Op. 113, de Schumann, quedó patente la calidad de su escuela y la calidez de su interpretación en donde no se sabe si admirar mas la pericia técnica (Rach) o su fraseo refinado (Langsam). Todo emana de él de manera «fácil» y natural y para lo cual contó con la complicidad de un gran pianista, también conocido entre nosotros, como es Martin Kasik (Rep. Checa 1976), quien aportó emoción con un nivel de ejecución excepcional, como lo exigían las partituras elegidas. Interesante novedad la Sonata 0p 9 de Oskar Nedbal, compositor y violinista también checo, adscrito al post romanticismo aún cuando fue contemporáneo de Strauss, Debussy, Ravel o Bartok. Ambos artistas defendieron la obra con intenso vigor y la última nota del 2º tiempo aún debe estar dando vueltas por el anfiteatro del Palau: un prodigio de dominio de ese Guarnieri del Jesu que Zenaty hizo volver a la vida, a 270 años de su construcción.

Pero la perla de la noche llegaría con el estreno del Romance «Les adieux», de Juraj Filas (Eslovaquia, 1955), una fascinante obra escrita en 2003 y que solo 8' tiene más de 40 cambios métricos que alterna desde el 5/4 inicial hasta 4/4 final pero pasando por 9/8, 7/8, 6/4, 5/4, 12/8, etc.; la pieza es un total tour de force para ambos músicos con resultados de inusitada belleza sonora. Sin apenas obstáculos para Zenaty y Kasik, ambos se volcaron con asombrosa determinación y sublime musicalidad culminando con un dramático pizzicato final del violín y el acorde disonante del piano.

Con la Sonata Op. 45, última de las tres que escribió el noruego Grieg, el dúo cerró el programa que a esas alturas ya había dejado boquiabierto al auditorio por el apasionamiento de la obra, llena de no pocos temas populares de su país donde el violín canta a mezza voce siempre con el firme sustento del piano, coprotagonista indispensable de la noche. Con la Jota de Sarasate y la Melodie de Chaikovski, el triunfo estuvo servido. Hasta pronto.

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