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Crítica musical

Soplidos feroces

Vincent Herring en plena actuación el martes en Jimmy Glass. antonio porcar

El cuarteto de Vincent Herring protagonizó una arrolladora actuación de jazz el martes por la noche. Imponía la enorme presencia del sujeto y maravillaba la velocidad con la que escupía sus notas y meneaba los dedos. Este virtuoso del saxo alto, sin tener todavía el estatus de leyenda, se ha convertido en una figura fundamental de la escena neoyorquina actualizando el legado del hard bop. Lo sabía la parroquia del Jimmy Glass y por eso hizo cola en la calle antes de que se abrieran sus puertas.

Herring sopló feroz y trepidante, con los ojos cerrados y el ceño fruncido. Impresionaba el músculo de la sección rítmica, que da al jefe un suelo sólido desde el que disparar su pirotecnia, pero que también aportaba matices de volumen y textura. Essiet Essiet al contrabajo y Joris Dudli a la batería se marcaron solos apabullantes, usando los dedos como si fueran tablas contra los cordones o golpeando los parches con una minuciosidad agresiva y candorosa, por contradictorio que pueda sonar. Mike Le Donne, gran pianista que comparte el peso de los conciertos con el líder del cuarteto, atacaba las teclas unas veces espiritual como en «You got soul» y otras veloz, desgranando notas en cascada, como en «Fried pies». En «Simple pleasure» el cuarteto salió en tromba, sin silencios. Rápidos, potentes y precisos. Como contraste, «Love walked in» sonó melancólica y nocturna.

Tras dos horas de concierto, el personal salía del abarrotado local agradecido y orgulloso de haber pasado la velada frente al gigante de Kentucky, que supo crear una atmósfera cálida y distendida a través de un jazz excitante y enérgico pero muy disfrutable.

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