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Escultor

Arne Quinze: "La calle debe ser más bonita que nuestra sala de estar"

El artista belga elige València para acoger su primera exposición en España, 'My secret garden'

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Arne Quize planta su 'jardín' junto a la obra de Calatrava

«El caos es bello, y la naturaleza también». El jardín bucólico de Arne Quinze luce desde ayer en la Ciutat de les Arts i de les Ciències. Al igual que lo hicieron Juan Ripollés o Ruud Kuijer, este artista belga ha establecido su propio diálogo con la infraestructura del valenciano Santiago Calatrava para «apelar directamente al transeúnte». Determinado, visionario, pero sobre todo positivo. Quinze es actualmente uno de los artistas europeos más cotizados del mercado. Sus instalaciones y esculturas se caracterizan por ser imponentes, coloridas y evocadoras. Un canto a la naturaleza y a su conexión con la urbe que no deja a nadie desapercibido. La muestra «My secret garden» («Mi jardín secreto»), organizada por la Ciutat de les Arts en colaboración de la Fundación Gabarrón, es la primera que realiza en España.

¿Cuánto tiempo lleva pensando este proyecto? «Unos 47 años. Mi edad». Ayer, Quinze estuvo supervisando la instalación de sus seis «flores» en la Ciutat de les Arts. «Siempre he sido adicto a la naturaleza. Me crié en un entorno rural. Con 9 años me mudé con mi familia a Bruselas, y la ciudad me impactó muchísimo. Mi entorno pasó a ser verde para acabar siendo gris. Fue muy decepcionante», confiesa el artista a Levante-EMV. El grafiti marcó el inicio de la carrera de Quinze. Con tal solo 15 años pintó un convoy que iba a inaugurar una nueva boca de metro en la capital belga. «A algunos les gustó, pensaron que era parte del show. Pero otros dijeron que era feísimo», ríe Quinze, quien asegura que observó algo que le hizo continuar con su spray: «Lo que había hecho desencadenó una conversación sobre la obra. La gente se relacionaba, se estaba comunicado», narra sorprendido Quinze.

Aquello fue el detonante de una carrera que le ha llevado a instalar grandes esculturas en calles de China, Francia, Brasil o en aclamados festivales como el Burning Man. ¿Por qué instala en la calle? «Estoy decidido a cambiar las ciudades a mejor. El espacio público debería ser mejor, más bonito y estimulante que nuestra sala de estar. La cultura que se encuentra en los museos solo llega a un 1% de la población. Yo quiero llegar al otro 99%», afirma categórico. «El arte en la calle puede animar a ese porcentaje de personas a entrar a un museo. Hay que sacar el arte de los centros de arte para entrar en contacto con la gente. Y sacar las esculturas a todos lados. Incluso aquellos sitios donde no haya nada», explica el belga.

Un jardín metálico

Los fundamentos recurrentes en su obra son el uso de la madera y del metal, los colores eléctricos en pintura fluorescente y temas referentes la naturaleza y al urbanismo.

Su exposición en València, que se puede ver hasta el 13 de octubre, pretende cambiar las relaciones entre el público y su entorno, pero también es una llamada de atención al deterioro natural. «My secret garden» forma parte de un proyecto de investigación que inició hace algunos años, cuando se sensibilizó por completo con los problemas medioambientales. Fruto de ese ímpetu reivindicativo nace la muestra de la Ciutat de les Arts, al igual que la que inauguró recientemente en París.

Mientras que algunos medios y activistas reivindican la necesidad de cuidar el medio natural a través de imágenes impactantes sobre la degradación del planeta, Quinze apuesta por el color. Sus esculturas son blancas, azules, naranjas, amarillas... Se mueven y emergen del agua. Las flores de Quinze, nacen, no perecen. «Son así porque la naturaleza es bella. Estas esculturas germinan y crecen», señala el artista. Hace pocos años, como él mismo relata, plantó más de 6.000 flores de diferentes especies en su estudio, ubicado en Sint- Martens-Latem, en las cercanías de Gante.

«En pocos años nos hemos cargado más del 30% de la flora y de la fauna. Necesitamos pelear por el planeta Tierra desde ambas direcciones: mostrando la destrucción pero también exhibiendo la belleza que aún sobrevive», concluye.

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