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La Caballé de la flauta

La Caballé de la flauta

Entre los grandes virtuosos instrumentales que la Comunitat Valenciana ha aportado al mundo internacional de la música, la flautista Magdalena Martínez siempre ha estado en lo más alto. Intérprete de exquisita sensibilidad y magnética presencia escénica, su arte se caracteriza por el deslumbrante dominio de los registros, colores y dinámicas del instrumento, por unos filados interminables que conducen al silencio sin que en ningún instante se perciba el final del sonido, y por la siempre perfecta y estable afinación, que en ella es soporte y vehículo de una musicalidad innata moldeada por el conocimiento, la veteranía y la colaboración estrecha con grandes artistas de su tiempo.

Viene todo esto a propósito del excepcional recital que la diva de Castelló de la Ribera ofreció el miércoles en el ciclo de cámara del Palau de la Música, junto al guitarrista Miquel Pérez Perelló, quien supo escuchar, secundar y coprotagonizar el arte de la flautista con un profundo sentido camerístico pleno de complicidad y empatía. La cuidada amplificación de la guitarra, la acústica de la sala Rodrigo y un público maravillosamente silencioso contribuyeron a que el concierto se convirtiera en un acontecimiento camerístico de primer orden en la temporada del Palau de la Música.

El recital comenzó con muy buen pie: con la guitarra de Miquel Pérez Perelló recreando en solitario las sutilezas de la quieta Sarabanda de Poulenc, que convirtieron en preludio e introducción a la Pavana de Fauré, inaugurada con un pianísimo de cortar el aliento por la flauta mágica de Magdalena Martínez. Las largas y cuidadosamente articuladas frases, los diminuendo hasta el silencio absoluto, la belleza belcantista con que hizo cantar el instrumento? No, no es exagerado calificar a la actual solista de la Orquestra de la Comunitat Valenciana como «La Caballé de la flauta». Tal es su expresión cristalina, transparente, pura y perfecta como un diamante bien pulido, surgida a corazón abierto desde la entraña de la música.

El programa todo él francés - «Souvenir de Paris» llevaba por título- estaba plagado de sutilezas y exquisiteces. Fragantes aromas cargados también de ironía - Gymnopédie y Gnossienne de Satie, o el virtuoso Entr'acte de Ibert-, evocaciones - Syrinx de Debussy-, sensualidad - Pieza en forma de habanera de Ravel- y hasta de aires porteños trufados del París que habitó Piazzolla, cuya Histoire du tango fue brillante colofón de la velada, aún prorrogada fuera de programa con una adaptación para flauta y guitarra del melodioso largo del Concierto para clave en fa menor de Bach. Muchos aplausos y encendidos bravos. Las manidas, diletantes y bienintencionadas palabras del «presentador» Tonino Guitián Badenes no lograron restar entidad al exitoso concierto.

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