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Cumpleaños brutal

Senior i El Cor Brutal

espai rambleta

El viernes por la noche el público que acudió al concierto de Senior i El Cor Brutal lo hizo con alma de invitado a una fiesta de cumpleaños familiar, de aquellas que reúnen a parientes, amigos de confianza y compañeros del trabajo. Conocida la intención de Miquel Àngel Landete de borrarse durante una temporada, era inevitable pensar en aquel último vals de The Band, aunque en esta ocasión nada sonaba a despedida, sino a celebración por los diez años que cumplen. Para ello, Senior invitó a los músicos que a lo largo de esta primera década han colaborado con él, ya fuera en disco o en giras. ¿Saben eso de que el jazz es la única música donde los que están arriba del escenario disfrutan más que los que están abajo? Pues en La Rambleta, a la par. Y en familia. Y en molón, claro. Con ese rítmico y potente rock de raíces americanas y con esas magníficas letras que parecen confeccionadas con fotografías en lugar de caracteres.

En las diecisiete canciones que escuchamos hubo lugar para el intimismo y la belleza desnuda, pero también para su característica agria militancia política y eléctrica. Y fue en esas tormentas de guitarras enmarañadas donde las sonrisas de gozo se desbocaban arriba y abajo del tablado. Con Pedro Bueno y Mónica Merino en la contundente «Quan no saps lo que tens» o en la rendición de «Don't cry no tears»; con Emili Gascón en esa «Anell de foc», gruesa y festiva, con tres guitarras y la peña coreando emocionada. Con Nacho Arnau en «Gran, ágil y enérgica»; con Xema Fuertes en «Celes», voluminosa como si fueran Drive By Truckers; con Jorge Álvarez en «El poder del voler» y su fenomenal éxtasis guitarrero. Y Jordi Sapena, a la guitarra o el teclado, para dar brillo a cualquier canción que le pongan por delante, con esa clase y esa planta que tiene. Estuvo magistral en «El cel de les Illes Caiman», zenit compositivo de Landete, al que se le veía feliz en su fiesta de cumpleaños, recibiendo calor de los invitados y regalándonos su amor por la música, que comparte con cualquiera que le quiera prestar un mínimo de atención. Generando placer. Y es verdad que el repertorio, con gran protagonismo de su primer disco, podía resultar algo árido a los asistentes menos familiarizados con la obra de Senior. Y que el comportamiento de la banda entre canción y canción podía hacer sentir a más de uno como un intruso, como ese niño pequeño que no encuentra su lugar en el cumple de su primo mayor. Pero también es verdad que actuaciones como la de Gilbertástico, con su delirante interpretación de «La Reina d'Anglaterra» disipaban cualquier sentimiento de intromisión y te devolvían la orgullosa sensación de pertenecer a un clan con el que has compartido mucho, aunque nadie le dé casi nunca una importancia excesiva. Igual que en las familias de verdad.

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