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Cálido Mozart valenciano

Música de cámara

palau de les arts

Programa: Obras de Mozart (Divertimentos K 136, K 137 y K 138. Serenata número 13, en Sol mayor, «Pequeña serenata nocturna»). Profesores de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Concertino y director: Guiorgui Dimchevski. ­Lu­gar: Palau de les Arts (Espai Los Toros). Entrada: Alrededor de 150 personas (Prácticamente lleno). Fecha: Sábado, 16 febrero 2019.

València y su Palau de les Arts tienen que optimizar y rentabilizar la calidad excepcional de la Orquestra de la Comunitat Valenciana y de la mayoría de sus virtuosos profesores. Es un tesoro cuyos activos no han de ceñirse al foso y al escenario, sino desparramarse también en actividades académicas, clases magistrales, conciertos de cámara y en la configuración de conjuntos estables dentro de su propia identidad. Como ocurrió el sábado, cuando trece de sus componentes de la sección de cuerda se agruparon como orquesta de cámara para interpretar, junto y bajo la guía invitada del concertino Guiorgui Dimchevski, un monográfico Mozart que incluyó los tres tempranos Divertimentos para cuerda y la célebre Pequeña serenata nocturna.

Fue una actuación cuya calidad instrumental nada tiene que envidiar a la de muchas afamadas formaciones camerísticas que recorren los grandes escenarios internacionales con costosos cachés. La claridad de las interpretaciones, vibrantes, seguras, cuidadosamente articuladas y con una perfección instrumental de primer orden hicieron posible que el llamado «Espai Los Toros» y los melómanos que completaron su aforo disfrutaran de un Mozart cargado de vitalidad, muy bien cantado en los andantes, idealmente empastado y calibrado en sus simétricas estructuras tripartitas. El hecho de que todos los instrumentistas -salvo los dos violonchelos y el contrabajo- tocaran de pie otorgó dinamismo, conjunción, cercanía y arrojo a este nítido Mozart trabajado por verdaderos solistas, entre los que se encontraban algunos de los mejores atriles de la OCV. No deja de ser significativo que este Mozart sin director sonara netamente mejor que el Bach que lideró Fabio Biondi en el mismo antimusical espacio en marzo del año pasado.

En un tiempo de interpretaciones historicistas, con instrumentos de época, acaso el énfasis en algunos acentos y unas dinámicas en ocasiones excesivas atenuaron el comedido estilo vienés para acercar este cálido Mozart valenciano a una sonoridad más universal e incluso moderna, aunque sin perder nunca el carácter desenfadado y risueño propio del divertimento dieciochesco. Dimchevski, violinista de bien probadas aptitudes instrumentales y artísticas, se mostró en evidente complicidad con sus trece colegas, marcando las entradas más comprometidas y calibrando con destreza los diferentes planos sonoros. Fue, en definitiva, un Mozart feliz y joven, como corresponde a obras creadas en 1772 por un mozalbete de apenas 16 años. La velada se redondeó con una brillante versión de la célebre y muy posterior Pequeña serenata nocturna, que compone el prodigio salzburgués en 1787, cuando anda enfrascado en su magistral Don Giovanni y apenas le restan cuatro años de vida.

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