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Crítica musical

Música para seis siglos

Concierto extraordinario por el 600º aniversario de la Generalitat

La Orquesta y Cor, dirigidos por Ramón Tebar en Les Arts miguel lorenzo

Concierto extraordinario por el 600º aniversario de la Generalitat (1418-2018) a cargo de los dos cuerpos estables del Palau de les Arts con repertorio mayoritariamente español y la inclusión in extremis de otra obra de repertorio. Fue un concierto gratuito para invitar al púbico valenciano a visitar uno de los dos mejores contenedores culturales de la ciudad y escuchar una de las dos grandes orquestas de la Comunitat.

El Auditori de Les Arts destaca por la perversa calidad de su acústica ya que es una sala alambicada donde hay que trabajar las sonoridades con esmero para compensar resonancias muy desparejas que llegan al auditorio ascendente de maneras un tanto indomables.

El concierto sirvió, principalmente para escuchar la Llegenda de López Chavarri i Marco, escrita en 1908 sobre los versos de otro prócer de la cultura valenciana: Teodoro Llorente, extraídos del poema Lo Rat Penat, escrito en 1878. Todo supervisado por Ramón Tebar. Impecable como siempre en sus entregas, el Coro de la GV estuvo seguro y potente. Se le escuchó con total intensidad a pesar de su colocación en las alturas del fondo de la sala que es todo un despropósito. López-Chavarri, wagneriano de pro, impone una gran orquesta a su obra, por otra parte bien trabajada, aunque con excesos de decibelios para esa sala, tarea nada fácil para el maestro Tebar.

Nuestro director principal estuvo especialmente atento a concertar la pieza cuidando entradas y matices e intentando equilibrar voces e músicos. La OCV, aunque no está en su mejor momento, tiene calidades indiscutibles aunque falte la finura que conocimos en los primeros años. Cualquier músico necesita tiempo y dedicación para trabajar su instrumento para realizar esa labor como de ebanista, limando aristas, puliendo tallas, tornear asperezas y terminar con la mejor marquetería posible. Solo así se conseguirá imprimir su propio sello, que no tiene por qué ser el que antaño obtuvieron batutas de diferente linaje.

Incluir la Sinfonía nº 8 debió ser un recurso de última hora para completar el minutaje de la primera parte. ¿No había ninguna otra obra española para llegar al descanso? Situada entre la grandeza de la Séptima y la monumentalidad de la Novena, Beethoven la escribió ya con importantes problemas de audición. Es la más corta y la más «rara»: de hecho, el compositor evita escribir un movimiento lento. Tebar y la OCV seguro que ofrecerán una versión más sutil y diligente en próximas entregas.

El alicantino Oscar Esplá tuvo a bien orquestar la Suite Española op 47 del maestro Albéniz, obra que data de 1886, precisamente el año de nacimiento de Esplá. A pesar de que Esplá no consideraba a Albéniz un músico sinfónico, aceptó en el encargo de orquestar esta suite de melodías y danzas autóctonas durante la postguerra, ya como director del Conservatorio de Madrid, si bien antes ocupó la presidencia de la Junta Nacional de Música durante la República. La OCV y Tebar se mostraron más cómodos con esos pentagramas más serenos y más próximos por lirismo y rítmica.

Incontenible por la propia exigencia de la partitura, los 4 fragmentos de La Vida Breve, de Manuel de Falla, fueron una explosión sonora, tanto en la orquesta como en el coro, y Tebar no ahorró esfuerzos para encontrar toda la racialidad de la obra y llegar a la apoteosis buscada ante un público tan impresionado como expresivo con aplausos tan discretos como generosos. Al fin y al cabo se consiguió lo buscado: celebrar musicalmente un hecho político de una institución que 600 años después sigue rigiendo la vida de los valencianos.

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