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Crítica de teatro

Ópera 'off global'

Una calle, una farola, una cabina telefónica, una soprano sensacional, un pianista preciso, una directora genial y un teatro necesario. La primera ópera del TEM fue una combinación perfecta de arte contemporáneo. La apuesta escénica de Marta Eguilior regala la fuerza de la sencillez, esa que centra toda la mirada en la protagonista. La directora bilbaína -formada en el Colón de Buenos Aires por donde estuvo Jesús Iglesias- ofrece una ópera off centrada en el amor global, ese que transita más en lo digital que en lo presencial. Un monólogo reconocible donde la epopeya cotidiana que representa Paula Mendoza va pasando por los trances habituales, desde el amor romántico y el sexual, a la desesperación que provoca una ruptura dramática. Al final no sabes si Paula Mendoza es mejor actriz o cantante, lo que dice mucho a su favor. Es difícil llenar más de una hora el escenario de tanto talento y bordar un texto cantado con una voz tan intensa. Habituados a las sopranos-estatuas que conforman la memoria operística del país, la actuación aguda de Mendoza abre el abanico a un tiempo nuevo. Dos escenas, la masturbación telefónica y el ahorcamiento cableado, demuestran la polivalencia de la actriz-cantante en una adaptación redonda de La Voix Humaine de Francis Poulenc, le moine et le voyou (monje y gamberro) que compuso desde oratorios a música de cabaret. El compositor parisino sostuvo que su obra era la yuxtaposición de lo profano con lo sagrado, una buena tesis para la base de una programación coherente, como la preparada por Olga Álvarez en el TEM y también en La Mutant, donde hay que ir para ver los mejores montajes internacionales del momento. Esa combinación cosmopolita del frente marítimo del València tiene mucho futuro. Esperaba ver entre el público a Jesús Iglesias que quiere abrir Les Arts a nuevos públicos y espectáculos. Lo tiene muy fácil, que hable con Olga Álvarez.

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