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Crítica teatral

Un extraño mar

Un extraño mar

Mucho antes que la Gran Vía madrileña, estuvo Dagoll Dagom. Recordemos que este grupo dio un golpe de efecto con la inolvidable Antaviana (estos días cumplen 40 años de su estreno). Con esta obra, la compañía catalana abrazó el musical, un género por entonces bastante olvidado en un teatro que, en este ámbito, no salía de la zarzuela ni de la revista.

Y lo hizo sin necesidad de copiar los musicales de Broadway, porque una de sus características fue acometer espectáculos de cosecha propia. Es el caso de otro sonoro referente: Mar i cel (estrenado hace 30 años). Con este nuevo trabajo, Dagoll Dagom sigue en sus trece. Aunque algo ha cambiado. No sé si es porque la crisis se va haciendo eterna, pero este montaje tiene un empaque más modesto que algunos de los anteriores. No importa. Incluso, parece que se percibe un regreso a sus orígenes insertos en el «teatro independiente», tanto en la forma como en un contenido relativo a un tema social y político actual como es el de la inmigración. Un tema que se perfila más desde el sentimiento que del debate político.

No era fácil la tarea; tal vez por ello, la compañía ha querido alcanzar una tierra firme: Shakespeare. En concreto, Pericles, Príncipe de Tiro, una obra que recrea una metáfora sobre la vida, explicada como un viaje a través del mar. Si bien Shakespeare tomó un gran riesgo con la misma, como dijo Bloom, algo parecido le ocurre a este montaje: no encuentro, a pesar de lo dicho, la conexión de este texto con la inmigración. El planteamiento es difuso, difícil de seguir, sobre todo por las historias que se mezclan y entrecruzan. No obstante, hay algunos elementos que absorben la atención, como la música de Lluís Llach, así como la continua búsqueda de la sensibilidad del espectador a través de la puesta en escena de Joan Lluís Bozzo, sin olvidar las coreografías de Ariadna Peya, o algunos intérpretes que sobresalen dentro de una irregularidad tanto actoral como vocal. Estamos, pues, ante un montaje tan extraño como el mar al que se refiere, donde las mayores hazañas hoy es llegar vivos a la otra orilla. Y, paradójicamente, no se termina de perfilar este relato.

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