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Crítica musical

Oboe con amor

Oboe con amor

Sociedad Filarmónica de València Palau de la música (València)

Obras de Poulenc, Ravel, Saint-Saëns, Bozza, Deslandres, Mozart y Kalliwoda

Intérpretes: Cristina Gómez-Godoy, oboe y Michael Lifits, piano

Solo con observar la atención y la tensión de los socios de la SFV en su último concierto, se demostraría la conveniencia de acercarles a otras posibilidades tanto en el continente como en el contenido. Escuchar el cariño y, por supuesto, el virtuosismo de Cristina Gómez-Godoy (Linares, 1990) para con su instrumento, impuso un aire de frescura. A pesar de su juventud, la artista andaluza está avalada por un sinfín de logros tanto en España como en Europa, Japón, Estados Unidos y Sudamérica. Próximamente debutará en el Carnegie Hall de Nueva York y en el Huntington Festival de Australia.

Gómez-Godoy presentó dos obras de Francisc Poulenc y Camille Saint-Saëns, alejados en sus estéticas pero igualmente desafiantes para su instrumento. La Sonata op. 185, del primero, escrita en 1963 y la Sonata 0p.166, del segundo, escrita en 1921 ofrecen dos visiones distintas y distantes, tanto en la escritura como en el estilo. Ella utiliza un oboe del artesano alemán Ludwig Frank, de mecanismo flexible y sonido propio. Su dominio técnico le permite sortear todas y cada una de las celadas de la partitura con una soltura y control que la faculta para hacer música de alta gama. Es detallista para buscar la esencia de los pentagramas y no cabe duda que la encuentra, la canta, la modula y la hace llegar al auditorio como debe ser: disfrutando. Maravilla su técnica de respiración que le permite frasear prácticamente sin afanes ni resistencia en los nunca fáciles arpegios, trinos y trémolos a la vez que en los momentos melódicos obtiene un sonido seductor y decididamente expresivo.

Ya en la segunda parte, la Fantaisie pastoral, escrita en 1939 por el francés Eugène Bozza, la oboísta ratificó su habilidad y musicalidad. Es una pieza de gran exigencia para el solista desde el Lent (quasi cadenza) inicial, el Moderato lirico y el Allegro ma non troppo en un 3/8 chispeante. Del también francés Adolphe Deslandres, escuchamos la Introductio et Polonaise, escrita en 1905 a mayor gloria del virtuoso de turno. Como cierre, Gómez-Godoy desplegó todo un ejercicio de prestidigitación con el Morceau de Salon, 0p.228, del checo Jan Kalliwoda, un verdadero pezzo di bravura, ejemplo de la música romántica para la aristocracia del XIX. Al piano, acompañó con celo y esmero, Michael Lifits (Taschkent, 1982). Ya solo al piano, leyó una mejorable Alborada del gracioso, de Ravel, así como la 9 variaciones sobre el menuetto de Duport K.573, de Mozart, unas amables improvisaciones fuera de contexto. Con el público a sus pies, costó arrancarles un bis, por lo que repitieron la Deploration de Poulenc, ante un auditorio rendido y entregado. Sencillamente feliz.

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