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Feria de Fallas

Pablo Aguado nos rescata del tedio

El sevillano corta una oreja y demuestra un concepto clásico y diferente frente a desclasados alcurrucenes

Pablo Aguado mostró su firmeza y buen hacer ante sus dos oponentes. daniel tortajada

Pablo Aguado dejó el sabor del toreo clásico en su debut en la plaza de toros de València. El diestro sevillano interpretó ese toreo que nunca pasa de moda, como el cante flamenco, la danza o la literatura porque, en el fondo, el arte clásico es universal. Una delicia ver a un joven como Aguado devolver las formas puras a una fiesta que, cada vez más, aplaude el toreo perfilero y lineal.

El tercer toro de la tarde evidenció falta de fuerzas y a punto estuvo de ser devuelto a chiqueros. El sevillano planteó una labor con el empaque y la personalidad suficientes para cortar una oreja con poco más de veinte muletazos. Una faena medida, sentida y con un estilo sólido que marca la diferencia. De citar con el medio pecho, echar la bamba de la muleta, esperarlo atalonado, llevar la embestida con las muñecas y cimbrear la cintura en el embroque con naturalidad. Un oasis de torería en medio del desierto. Y todo esto con el medio toro, con tan solo el medio muletazo que le permitía el ejemplar para que no se derrumbara.

Los derechazos tuvieron perfume, un cambio de mano tuvo firma y expresión y, los naturales, la profundidad exacta del tacto. Aguado nos rescató del tedio en una tarde donde los toros de Alcurrucén no tuvieron la presencia adecuada para una plaza de primera como València, ni estuvieron a la altura del triunfo obtenido en la pasada feria josefina con el recordado «Economista». Un final de faena, con ayudados por bajo, y una estocada en el rincón, pusieron la oreja en sus manos.

En su segundo, Aguado realizó una faena seria, de firmeza, para aguantar, en el sitio, las tarascadas del toro, un animal que no embestía sino que acometía. Vimos una versión más valiente, de macerar la faena poco a poco con un toro nada fácil y se dejó la puerta grande en la espada pero la imagen de Aguado, ahí queda para refrescar la memoria de una tauromaquia preñada de quilates. El tiempo y el toro lo dirán pero Aguado, por fortuna, puede encabezar otra generación de ruptura -y clásica- en la fiesta de los toros y su mejor triunfo es ser fiel a sí mismo, un hecho tan complicado como necesario en el toreo y la sociedad actual.

En la tarde de ayer vimos como cuando se apuesta por dos toreros con méritos para estar en Fallas, como Aguado y Lorenzo, la tarde tiene buen resultado. El joven toledano demostró ese concepto que le ha llevado a salir por la puerta grande de Las Ventas frente a dos toros vacíos de casta a los que les costaba ir detrás del engaño. En su primero dejó naturales con elegancia y entrega y, en su segundo, tiró de él pero pecó de academicista. La mala colocación de la espada a la hora de matar fue en su contra también para lograr algún trofeo.

Sin embargo, nos encontramos con Luis David Adame, una apuesta de la empresa en lo que popularmente se llama intercambio de cromos con otras casa que organizan festejos taurinos. El mejicano hizo gala de un toreo ligero, superficial y, siempre, llevando la embestida por las afueras con la suerte descargada. Hubo una fuerte petición de oreja en su primero pero, de forma correcta, Luis Maicas no concedió ese trofeo. Su decisión subió el criterio y el prestigio de la plaza y dio sentido a la oreja de Aguado.

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