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Tribuna

Un recuerdo para Curro

Un recuerdo para Curro

Ayer hizo sesenta años desde que un chaval de Camas tomara la alternativa en València. Ese jovencísimo torero, con el tiempo, se ha convertido en santo y seña de una manera genial, única e intransferible, de entender el arte del toreo, que es -además- patrimonio inmaterial de la tauromaquia. Los responsables de nuestra diputación provincial -sí, la de todos, no la de solo unos cuantos y sus espurios intereses localistas- ha omitido cualquier celebración en torno a dicha efeméride. La empresa Simon Casas Productions, también. Olvidar significa alejar, dejar atrás, ignorar, anular toda posibilidad de que algo que antes fue cobre significado en el presente. Celebrar significa recordar algo que lo merece, alabar o elogiar un hecho o a una persona. Uno echa una mirada al toreo actual y a sus responsables políticos y empresariales y no entiende nada; o, mejor dicho, lo entiende todo. Postergar la memoria de Curro Romero, dejarla caer en la noche de los tiempos, es un acto supino de incultura. Supone borrar de un plumazo cuarenta y dos años de trayectoria inmarcesible; negar a los que pudimos disfrutar de su arte como a los que no pudieron hacerlo una lección de vida torera, llevada al paroxismo por uno de los artistas más singulares de todos los tiempos.

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