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Crítica musical

Sentir los noventa otra vez

Sentir los noventa otra vez

De toda la ciencia ficción, las historias que más me atraen son las basadas en viajes a través del tiempo o distopías del tipo «cómo sería mi vida si en lugar de esto que hice, hubiera hecho esto otro». Quizá porque perdí miserablemente el tiempo durante mi juventud, percibo con ilusión estas fantasías en libros y películas, pero también en grupos como Feels, que ofrecieron el jueves en 16 Toneladas un viaje al pasado, en particular a las músicas que se cocinaban en los EEUU durante los años noventa.

Esta banda maneja conceptos como el de «punk después del punk», «caña-calma-caña» o «guitarras pesadas-melodías relucientes» con la brillantez que desplegaron Pixies, Veruca Salt o Throwing Muses en todas sus ramificaciones. Por esto, por sus dos fenomenales discos y por algún detalle extra musical, la banda angelina lleva unos años a un paso de convertirse en la próxima gran atracción en el negocio del rock más o menos independiente. Anteayer demostraron que bien lo merecen.

Ante apenas una docena de personas, los locales Mad Robot se encargaron de calentar la sala con su indie-rock canónico. Su bajo y su batería remitían al sonido que salía de Fort Apache en la época dorada del género, mientras que las guitarras y la voz femenina modelaron armonías resultonas en canciones como «The white lady» y «Hit song». Imposible escucharlos sin una sonrisa en la boca, como demostraron las propias californianas, que atendieron con respeto y camaradería mientras se relajaban antes de ofrecernos un intenso show que duró poco menos de una hora.

Desde el inicio quedó claro que allí no se iba a aburrir nadie. Laena Geronimo rompió una cuerda de su guitarra después de un rabioso punteo en la segunda canción y, mientras lo solucionaban, el resto de la banda amenizaba la espera tocando «A Forest», de The Cure . No creo que fuera una elección al azar. Feels decidieron vestir sus canciones con varios mantos de reverberación, lo que dio a la actuación un marcado tono afterpunk. Estuvieron sucias y desesperadas en «Unicorn» y «Deconstructed», gritando «que me des un puto cigarrillo». Sonaron melódicas y dinámicas en «Awful need» y «W.F.L.», con Blondie y Television en el retrovisor para recordar que la alternatividad noventera fue el fruto de lo que se plantó a finales de los setenta.

Estas chiquillas ofrecieron mucha agresividad y guitarras enmarañadas, pero también calidad en los medios tiempos, auténtico corazón de su segundo trabajo y, para mí, lo mejor de sus actuaciones: el tenso desarrollo de «Find a way»; la tribal «Sour», buscando una válvula por donde soltar la presión, y la sinuosa e inquietante «Tollbooth», con Geronimo bajando del escenario para cantar entre el público y agitarse junto a él. Y, sobre todas ellas, la sensacional «Post Earth», tan buena que podría ser de Sonic Youth o The Breeders. Los noventa ya pasaron, pero Feels están sucediendo ahora. La próxima vez acudan a verlas o volverán a tener aquella sensación de haber perdido el tiempo.

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