TEMPORADA PRIMAVERA PALAU DE LA MÚSICA. Obras de Bach (Magnificat en Re mayor. Cantata O ewiges Feuer, BWV 34), Montesinos (Obertura de la Misa a 4 y 8 a voces), Pradas (Magníficat en Fa mayor) y Cabanilles (Corrente italiana). Solistas: Aurora Peña y Mónica Bueno (sopranos), Minerva Moliner y Empar Llàcer (mezzosopranos), José Pizarro (tenor) y Lluís Martínez-Agudo (bajo). Cor de la Generalitat Valenciana. Estil Concertant. Director: Karl-Friedrich Beringer. Lugar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1100 espectadores. Fe­cha: Miércoles, 10 de abril de 2019.

El luminoso Magníficat de Bach no encontró sus mejores intérpretes el miércoles en Valencia, interpretado por un voluntarioso elenco mayoritariamente local, aunque encabezado por el alemán Karl-Friedrich Beringer (1948). Ni el Cor de la Generalitat tuvo su día más inspirado ni menos aún el conjunto Estil Concertant, fundado por la flautista de Benifaió Marisa Esparza en 1998, y que desde el compromiso de sus arriesgados instrumentos originales fue el eje de un programa en el que, junto a las músicas siempre excelsas de Bach, se escucharon arreglos, instrumentaciones y transcripciones de obras de compositores valencianos y castellonense de la época -algo posterior el carletense Antonio Montesinos- realizados por la propia Esparza.

Acompañar la música retocada y hasta de dudosa filiación -la autoría de la Corrente italiana de Cabanilles está más que cuestionada- con grandes obras de Bach es un flaco favor a los compases que se quieren recuperar, que quedan así siempre en desventaja. Es como programar la serranilla que canta Esteban en la zarzuela La malquerida entre el preludio de Parsifal y la obertura de Los maestros cantores. Con todo, la regularidad de la interpretación y la falta en ella de grandes momentos unificó el desajuste y tuvo efectos catalizadores.

El Magníficat de Bach se escuchó templado, apagado, exento del brillo y de la luminosidad que irradia su jubilosa partitura. Beringer, director de coro más que de orquesta -algo que se notó en demasía-, no fue más allá de marcar lo obvio sin entrar en más complicaciones ni elucubraciones. Tampoco se centró en pulir los matices de unas sonoridades instrumentales que en manos más diestras podrían haber dado bastante más de sí.

Tampoco los solistas vocales, mayoritariamente miembros del Cor de la Generalitat, fueron los ideales para un programa cargado de tantas posibilidades como de exigencias, en el que se escucharon además la obertura de una Misa de Antonio Montesinos (1754-1822) y el Magníficat en Fa mayor del vilafermoser José Pradas (1689-1757). Pentagramas que, más allá de la circunstancia puntual de las virtudes o no de su interpretación, testifican el esplendor de un periodo musical muy insuficientemente conocido, y que iniciativas tan meritorias como la promovida por personalidades como la flautista Marisa Esparza -ella misma miembro de Estil Concertant- contribuyen a recuperar. Bienvenidos sean, pues, aunque lleguen en tan acomplejante compañía.