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La trompa en su laberinto

Obras de Malcolm,

Voro García

y Mendelssohn-Bartholdy

palau de la música

Orquesta de València. Director: James Judd. Solista: María Rubio (trompa). Lu­gar: Palau de la Música (Sala Iturbi). Entrada: Alrededor de 1.300 personas. Fecha: Viernes, 12 abril 2019.

Entre las funciones cardinales de cualquier orquesta de carácter público está la de promover y dar a conocer a sus abonados la música de su entorno y de su tiempo. Algo que en los últimos años han descuidado muy irresponsablemente la mayoría de las formaciones sinfónicas españolas, incluida la Orquesta de València, un conjunto que en este sentido fue ejemplar hasta hace pocos años, cuando, tras la época vanguardista y novedosa de Manuel Galduf, dio un paso atrás y la espalda a la creación valenciana y contemporánea para adentrarse por senderos bastante más conservadores y ayunos de perspectiva.

En este marco rutinario y conservador, el programa ofrecido el viernes era una bocanada de aire fresco. Como eje del mismo, el estreno absoluto de Huellas líquidas, retablo sonoro en un solo movimiento para trompa y orquesta, del suecano Voro García (1970), que ha nacido en los labios virtuosos y expresivos de María Rubio, solista ella misma de la Orquesta de València. A partir de una idea de Jorge Luis Borges y de la mano experta de la propia María Rubio, Voro García ha cuajado una página de ricas y variadas tímbricas. Apenas un cuarto de hora cargado de efectos acústicos nunca banales, cuya escritura «laberíntica» (por utilizar un término recurrido por el autor) y refinada invita al escuchante a sumergirse en estos pentagramas ricos en coloridos y sugerencias a través de un lenguaje extremadamente personalizado y claramente característico del conocido oficio de su autor.

María Rubio, destinataria de la nueva obra, se adentró en ella con convicción ciertamente solista, para lucir y poner al servicio de la nueva música su sonido seguro, firme, nítidamente proyectado, redondo, brillante y de dinámicas tan controladas como perfectamente estratificadas. Fue una versión de efectiva calidad, adobada con el acompañamiento cómplice y coprotagonista de sus colegas de la Orquesta de València. ¡Ojalá todos los estrenos disfrutaran de interpretaciones tan rodadas y bien trabajadas! El público, que no llegó a llenar la sala Iturbi del Palau de la Música, brindó una prolongada, cerrada y más que merecida ovación a solista, maestro, orquesta y al propio Voro García, que subió al escenario a recibir la felicitación de todos.

En el éxito de este estreno bienvenido mucho tuvo que ver el trabajo de un maestro invitado tan curtido en estos menesteres de la música actual como el inglés James Judd (1949), quien ya había mostrado sus cualidades en el inicio del programa, con la obertura programática Tam O'Shander del inglés Malcolm Arnol. En la segunda parte, para aportar variedad y tradición al programa, llegó la melancólica, descriptiva y siempre grata Sinfonía escocesa de Mendelssohn-Barhotldy, en una versión pulida, de claro aliento romántico y notable calado instrumental. Fue un buen concierto. Que cunda el ejemplo.

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