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Amor correspondido de Izal por València

El grupo ofreció ayer un concierto en la plaza de toros de la ciudad

Amor correspondido de Izal por València

Es cierto. El público de Izal es diverso. Simplemente cuenta con una máxima: necesita estar levantado y bailar. Lo demostró el sábado ante una Plaza de Toros de València a rebosar, con todas las entradas vendidas para una cita que muchos entendieron como innegociable en su calendario cultural. Y es que el directo del grupo madrileño es una fiesta. Aunque cuenta con fragmentos excesivamente pausados en los que el público llegaba a desconectar, la mezcolanza está acertada para completar una noche perfecta para esos grupos de amigos y amigas a las que les mueve aquello que hace años se llamó indie y que hoy es ya música de masas. Dicen que para gustos los colores pero no, los gustos son fruto de la repetición. E Izal suena hasta la saciedad. También en las radios generalistas que amplían el abanico tipológico de sus fans. Porque la música de Izal ayuda a entender. Porque las letras explican momentos para muchos.

Izal suena a fiesta. Los componentes de la banda salieron con indumentaria de viaje interestelar para empezar con «La increíble historia del hombre que podía volar pero no sabía cómo». Desde ahí, fuego. Aunque buena parte del público se repartía (o mejor dicho, se amontonaba) en las gradas fueron muy pocos los que se quedaron sentados. El grupo quiso darle un destacado protagonismo al batería Alejandro Jordá, que volvía por su tierra y vivía un concierto especial. Sin embargo, no sólo era importante para él. Varios integrantes de la banda han verbalizado ya su amor por València. Y no es hablar por hablar. Izal se entregó de cuerpo y alma al público, que se contabiliza en alrededor de 10.000 almas que se convirtieron en voltios de sonido. Gritaron los principales temas, popularizados desde que en 2010 empezó a tomar forma una banda hoy ya de calado internacional. Para cuando había pasado ya más de una hora, Mikel Izal desveló que era uno de los mejores conciertos que nunca habían ofrecido. Y la gente enloqueció. A todo el mundo le gusta sentir que está viviendo un momento histórico. El repertorio fue consumiéndose pero faltaba el plato final, que llegó con tres gustosas cucharadas. «Pausa» (quizá la canción más bonita y reflexiva con la que cuenta el grupo), «La mujer de verde» (que ofrece uno de los momentos más bulliciosos) y «El baile» hicieron las delicias de un público que ya por entonces hacía mucho rato que había decidido que no sería ese el último concierto de Izal al que asistirían. Seguramente ni este año. Nadie duda que si, efectivamente, como desveló Mikel Izal, hubiesen reservado dos citas en València, hubiesen llenado y triunfado en ambas. Conocen el secreto.

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