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Crítica musical

Cuerdas "al dente"

Cuerdas "al dente"

Sensacional debut en la SFV del Quartetto di Cremona, un conjunto de cuerda que, desde el primer golpe de arco, cautivó al auditorio valenciano por su sonido especialmente nítido y reluciente así como por la diligencia y seriedad de sus interpretaciones.

Muy de agradecer la inclusión de dos destacados autores del siglo XX, lo cual refresca la programación y el oído de la mayoría de los socios. Anton Webern, protagonista junto a Schoenberg y Berg de la llamada Escuela de Viena, evolucionó hacia el dodecafonismo aunque en sus primeras obras fue capaz de escribir una página de sublime belleza tonal como la Lasgsamer Satz (Movimiento Lento) que el conjunto lombardo expuso con el nivel de lo que son: verdaderos virtuosos de la cuerda. La profundidad y la nobleza de Scaglione fue pareja a la delicadeza de Gualco y la cortesía de Andreoli, compitiendo con el sonido suntuoso de Gramaglia, y por ello obtuvieron la primera gran ovación de la noche.

Como buenos patriotas musicales, los de Cremona nos acercaron a uno de sus compositores puntales del siglo pasado: Ottorino Respighi, cuyos Pinos y Fuentes de Roma figuran con razón sinfónica en todas las grandes orquestas actuales. El boloñés compuso varios cuartetos de cuerda y ellos eligieron el escrito en Re mayor, datado en 1907, tambien obra de juventud, pero como Respighi ya era un consumado conocedor de la cuerda, su discurso funciona siempre a favor del viento y de ahí que expusieran una versión siempre emergente, sin vacilaciones y en su punto de emoción, dialogando con pasión y respeto mutuo.

El Cuarteto nº 12, op. 127 de Beethoven, es el primero de sus cuatro últimos y la versión de los músicos de Cremona evidenció la calidad del conjunto justificando el por qué de sus premios internacionales a la integral de los cuartetos. Hubo fluidez en el fraseo, riqueza de matices y seriedad conceptual en una versión siempre ebullición continua a medida que iban desbrozando cada movimiento con el punto exacto resultando en un concordato musical siempre al dente. Ovaciones y bravos les convencieron para ofrecer un momento mágico con el Adagio del Cuarteto K 499, de Mozart. No hay duda de que deben volver.

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